CAPÍTULO DOS

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Agosto 3 del 2023


—Creo que puedo hacerlo desde aquí —murmure en dirección a Alex.

Ella se disculpó rápidamente y se apartó de mi lado. Eso era algo que hacía demasiado, el disculparse por todo.

Mi departamento se veía igual que siempre, sin embargo, podía percibir algo diferente en él, algo que había cambiado y por más que no quería reconocerlo, se parecía más a un hogar.

Era pasada la media noche, después de una semana y media, me habían dejado por fin irme del hospital, luego de convencer al medico que me sentía lo suficientemente bien como para poder mantenerme en pie sin ayuda y que los dolores de cabeza habían cesado de manera considerable, había dado el okey. Había recogido mis cosas y estaba a punto de pedir un teléfono prestado para poder llamar a mis padres para que vinieran a recogerme, ellos se habían ido al atardecer, cuando el horario de visitas había terminado y yo les había pedido que por Dios descansaran y dejaran de agobiarme, teniendo en cuenta que mi padre había vuelto a insistir que era hora que trabajara en la empresa familiar. Supongo que consideraba que estaba lo suficientemente bien como para insistir con el tema, sin embargo tal fue mi sorpresa cuando salí de la habitación y me encontré con Alex allí, sus piernas pegadas a su pecho mientras escribía algo en una agenda que se me hacia familiar, aunque no recordaba de que.

—Taylor... —murmuro sorprendida y poniéndose de pie rápidamente. —¿Qué estás haciendo aquí? El médico va a cabrearse.

No pude contener la risa que me salió cuando la escuche decir aquello, pareciera como si realmente le preocupara el médico y no había que ser un adivino para saber que le tenía un poco de miedo también.

—Me dieron el alta —murmure, sin saber muy bien cómo actuar a su alrededor.

Había sido de aquella manera desde que había despertado y había confesado que no tenía idea de quién era ella. Alex, después de eso, había mantenido las distancias y por más que los partes médicos siempre lo daban cuando mis padres estaban, ella siempre se las arreglaba para colarse en la habitación y preguntar, con su tímida voz, algo que no entendía.

Se que se contenía con todas las preguntas que quería hacerme, sin embargo, había estado cada día en el hospital, entraba en la mañana temprano, ni bien empezaba el horario de visitas y me preguntaba cómo había dormido, si necesitaba algo y como me sentía, se ahorraba las palabras, pero me daba cuenta de que quería preguntar si la recordaba, si había tenido algún sueño que la trajera a mi memoria de nuevo, pero nada de aquello había sucedido, por lo que la respuesta siempre era la misma: no, no había recordado nada de ella.

Y la decepción, como cada día, brillaba en sus ojos expresivos y luego mis padres entraban a la habitación y ella se apartaba rápidamente, como si hubiera estado haciendo algo malo y mi madre le largaba siempre una mirada llena de desdén y una vez que Alex salía de la habitación, murmurando por lo bajo que nos daría un momento, le pedía por favor a mi madre que controlara su temperamento, pero ella le restaba importancia y me hablaba de cualquier cosa. Mi hermano mayor, Max, vino a verme una sola vez, me pregunto como estaba aunque con los ojos clavados en algo que tecleaba en su teléfono y sin siquiera esperar respuesta, se puso a discutir con mi padre cosas de la empresa, recordándome el porque me negaba a trabajar en ella tan fervientemente.

Alex, por lo general, había observado todo desde un rincón alejado y por más que fingía que leía un libro, sabía que en realidad estaba prestando atención a todo lo que la rodeaba.

El día que dijimos adiósWhere stories live. Discover now