CAPÍTULO VEINTISIETE

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Abril 2023



Muevo el lente de la cámara, ajustando el foco en el visor y checando que la luz esté bien cuando aprieto el botón que lleva a una ráfaga de imágenes.

Observó el visor y no tan conforme con el resultado, con cuidado de no chocar a nadie, me hago unos cuantos pasos hacia atrás, volviendo a tomar las fotos.

El reflejo en el ventanal, pero la nitidez en el rostro de Alex mientras cuenta lo que creo que es dinero detrás del mostrador de la cafetería, me hace sonreír.

Estoy cambiando nuevamente de ángulo —porque si, esto de sacarle fotos a Alex últimamente se convirtió en una obsesión— cuando siento que algo me golpea en la espada, sobresaltándome.

—¿Que demonios...? —Me quejo, dándome vuelta sorprendido.

Y entonces veo como en cámara lenta, una cartera viene volando directo en mi dirección, agachándome justo a tiempo para proteger la cámara y que me golpee el hombro en lugar de la cabeza.

—¡Odioso pervertido! —Chilla la mujer con el cabello violeta, mientras me sigue pegando con la cartera. —A los que son como tu hay que golpearlos hasta sacarles el diablo de adentro, acosando niñas...

—Pero señora, ¿de que habla? —Farfullo, todavía protegiéndome a mi y a la cámara, mientras siento que las mejillas se me enrojecen por la atención que la gente que pasa nos comienza a dar.

—¡Te voy a denunciar! —Insiste la vieja loca.

—Medíquese, por favor —respondo, perdiendo la paciencia. —Deje de pegarme por que el que le va a meter una denuncia seré yo.

—Estás acosando a esa niña —dice entonces.

Miro a mi alrededor, la gente tiene teléfonos en las manos, señal de que en cualquier momento harán justamente lo que la vieja loca grita: llamar a la policía.

—Es mi novia —murmuro, sintiéndome bastante idiota con el traje puesto, el maletín a un costado y la cámara colgando de mi hombro.

—Seguro que será su novia... —se queja la mujer, mirando para sus costados. —Alguien que llame a la policía.

—Pero señora... —me quejo, mirándola sin poder creerlo. —Le estoy diciendo la verdad.

—Pues le cuentas la verdad a la policía, tras las rejas.

—Soy abogado —me defiendo, estúpidamente.

Y entonces clava sus afilados ojos negros en los míos.

—¿Eso es una amenaza? —Sisea.

—¡No! —me apresuro a decir. —Por supuesto que no, pero le juro que es un malentendido, solo estoy...

—¿Taylor? —La voz de Alex interrumpe cualquiera de las cosas que iba a soltar y mis ojos, agradecidos, se clavan en los de ella. —¿Va todo bien? —Agrega, mirando entre la mujer y yo.

Clavo mis ojos en la señora, que de repente tiene las mejillas coloradas y la gente a nuestro alrededor por supuesto que empieza a alejarse, sabiendo que solo era un malentendido.

—Si dulzura, todo bien —murmuro.

Me sonríe, esa sonrisa bonita de labios pegados que hace que se le forme un adorable hoyuelo en la mejilla derecha.

—Vale, no me queda mucho de mi horario, enseguida salgo... —y entonces alguien de adentro grita su nombre y ella cierra los ojos, frustrada, antes de volver a entrar.

El día que dijimos adiósWhere stories live. Discover now