CAPÍTULO VEINTICINCO

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Febrero del 2023


Otra vez es tarde.

Me niego a mirar el reloj digital que hay en mi mesa de luz, porque se que es más de media noche y se que tengo menos de seis horas para dormir.

Sigo observando los papeles frente mío, frustrado.

No hay manera de que pueda ganar el caso y no entiendo por que después de un par de años en la oficina, siguen dándome estos casos, como si fuera un puto interno, se supone que para esta época de mi vida ya habría superado esta etapa, se supone que tendrían que estar dándome casos con los que trabajar y aportar una mierda, no solo esto.

Me termino el vaso de whiskey que tengo al lado, mirando los papeles y tomando fuerzas para seguir trabajando un poco más, cuando la puerta de repente se abre.

Alex está con una camiseta mía, le llega por debajo del culo y desde aquí puedo verle la ropa interior.

Tengo unas ganas insanas de hacerle el amor, pero sé que no tengo tiempo y me odio por ello.

Me confeso hace un par de días que le gustan mis remeras porque llevan mi perfume, me dijo que aquello la ayuda a dormir por la noche y desde entonces he estado dejando una remera mía cada vez encima de la cama y ella religiosamente se las pone luego de darse un baño antes de acostarse.

—¿Qué estás haciendo aquí, bonita? —Pregunto, mientras la veo caminar en mi dirección.

—No podía dormir si no estabas en la cama —murmura, acercándose hasta que finalmente se sienta entre mis piernas.

Sus brazos pasan alrededor de mi cuello y me deja un beso en la mandíbula, mientras que mis manos se envuelven alrededor de su cintura, acercándola a mi, mientras me permito dos putos minutos para sentirla encima mío, el olor de su piel, su esencia.

Todo ella.

—No creo que termine pronto dulzura, tal vez deberías intentar dormir —le digo.

Pero ella no me presta atención, sino que mira todos los papeles desperdigados por la mesa.

Tengo material para trabajar, pero sería un milagro si logro encontrar algo que me ayude en el caso.

—Mañana tengo día libre —dice. —Y dormí una siesta increíblemente larga, por tu culpa —agrega por lo bajo.

En realidad, llegué tarde del trabajo y lo primero que hice fue follarla sobre el sofá donde la encontré leyendo tranquilamente y después sobre la cama.

Nuestra cama.

Y después de eso, Alex simplemente se durmió algunas horas hasta que la desperté para cenar. Odia las siestas, solo porque después dice que no puede dormir por la noche, es por eso que las evita.

—¿En que estas trabajando? —Pregunta, mirando y releyendo por encima los archivos de la mesa.

—En un caso imposible, por supuesto —digo, mientras me sirvo un poco más de whiskey.

—¿Quién dice? —Pregunta ella, luego de sacarme el vaso de la mano y darle un trago.

Me quedo pensando un momento en su pregunta, porque no la entiendo del todo.

—¿Quién dice que?

—Que es imposible —murmura y entonces me mira. —¿Quién te dijo que no puedes resolverlo?

—Es casi imposible.

—Casi —agrega, mirándome—, pero no un cien por ciento imposible, entonces significa que tenemos un diez por ciento en lo que trabajar —agrega, de repente toda negocios.

El día que dijimos adiósWhere stories live. Discover now