CAPÍTULO VEINTITRÉS

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Diciembre 2022/Enero 2023



Las cosas con Alex estaban a punto de explotar.

No había otra forma de describirlo, simplemente era eso...

Yo estaba impaciente.

Ella estaba impaciente.

Sin embargo había algo dentro mío que me decía que todavía no era el momento.

Las cosas con ella, de cierta manera, se sentían diferentes, pero había algo en mi, con respecto a ella, que también se sentía distinto. Alex era esa clase de persona que llegaba a tu vida y simplemente revolucionaba el mundo tal y como lo conocías.

Con ella las cosas nunca habían sido del todo normales, no se me ocurría que con esto nuevo que estábamos atravesando, las cosas fueran diferentes.

—Entonces... —comencé diciendo en una de las pocas noches que podíamos cenar juntos—, ¿qué tienes pensado para mañana por la noche?

La noche de año nuevo, no lo mencioné, pero supuse que lo daba por hecho.

Alex me miró con esos ojos imposiblemente grises por unos cuantos segundos. Le sostuve la mirada, se la sostuve hasta que sus mejillas se colorearon y volvió la vista a su plato casi vacío.

—¿Crees que llegaras a tiempo al año nuevo, entonces? —Pregunto en su lugar a modo de venganza.

Si, la realidad era que las cosas en mi trabajo se habían salido un poco de mi control. La carga horaria era muchísima más de la que me correspondía, sin contar del papeleo que me obligaban a llenar, trabajo para el cual no había perdido cinco años de mi vida estudiando en la universidad. De todas maneras, por más que las pesadas bolsas debajo de mis ojos y el cansancio tanto físico como mental que sentía me decían que era tiempo de darme por vencido, había otra parte de mi que se sentía reticente a abandonar este trabajo. Sabía que estaba desperdiciando mi conocimiento allí, de todas formas...

—Ya me disculpé por ello —respondí en su lugar.

No era la primera vez que teníamos esta conversación.

Esta vez Alex si que me sostuvo la mirada y respondió: —Lo sé —termino diciendo con un suspiro, en realidad no lucía enojada, sino...—. Es solo que trabajas demasiado —abrí la boca para decir algo, pero entonces se apresuro a agregar: —Y sé lo que vas a decirme y créeme, lo entiendo, es solo que me preocupa.

—¿El qué? —Pregunte, solo por que quería deleitarme con la respuesta.

—Me preocupas tu —dijo sin miedo, aunque el sonrojo de sus mejillas, sino supiera que era algo extrañamente normal en ella, me hubiera preocupado. —Me preocupa que apenas duermes —siguió diciendo, mientras jugueteaba con sus dedos de manera nerviosa. Tuve el impulso de estirar la mano y acariciarla con la mía.

—Si es que realmente lo haces por más de dos horas seguidas —siguió—. Me preocupa que te deje comida lista a la noche y cuando me levanto a la mañana y por cierto ya no estas, la comida siga intacta en el mismo plato. Me preocupo, Taylor, porque apenas estas en tu propia casa y aunque no entiendo nada de lo que haces, estoy segura de que trabajas tres veces más de lo que te corresponde.

Me quede unos cuantos segundos en silencio observándola, no solo porque tenia razón en todo lo que había dicho, hacia falta con darme una mirada para darte cuenta de mi estado deplorable, los ojos cansados frente al espejo eran una clara confirmación de que tenia que comenzar a ponerme un freno a la vida que estaba llevando. Nada merecía poner en riesgo mi salud de este modo, sin embargo de lo que todavía me costaba recuperarme, era del hecho de que se preocupara de este podo por mi.

El día que dijimos adiósWhere stories live. Discover now