Nero

171 12 16
                                    

Fue duro oírles discutir. En los seis meses que llevaba sirviendo a Lyss, jamás la había oído tan disgustada.

Yo me encontraba de rodillas junto a la puerta, fuera de la habitación, con mi pijama de gatitos asesinos puesto. El protocolo exigía que me mantuviera ahí en silencio, inmóvil, como si fuera parte del mobiliario. Normalmente era algo que me gustaba, incluso me provocaba cierta paz mental. Pero en aquella ocasión me estaba costando horrores no levantarme, abrir la puerta e interceder en la conversación.

—¡No puedo creer que me estés haciendo esto! —Escuché gritar a Lyss desde el otro lado de la puerta—. ¿Cómo has podido ocultarme algo así?

—No era algo con lo que tú tuvieras que cargar —respondió Val en tono apaciguador.

—¡Pero ahora sí quieres cargarme con ello! —Respondió ella, indignada—. ¿Acaso mi opinión no cuenta?

—Claro que cuenta. Pero esto no te involucra sólo a ti. Los demás también tienen derecho a dar su opinión.

—¡Pero es mi negocio! ¡Mi local! ¡Mi reputación! ¿Quién va a pagar los platos rotos si pasa algo?

—Sabes que no permitiría que os pasara nada malo, ni a ti ni al In Chains —contestó él sin dudar.

Apreté los labios y los puños. Parecía mentira que los días anteriores hubiéramos compartido tórridas noches y momentos en los que no parecía haber barreras entre ninguno de los tres, y especialmente entre ellos. Incluso cuando me dejaban fuera de sus juegos y no requerían mi presencia, me había alegrado de escuchar los gemidos y las risas de ambos entre los muros de la casa, sin molestarse siquiera en disimular la felicidad y la pasión que compartían.

De pronto todo eso parecía haberse roto en pedazos como un hermoso espejismo de cristal, frágil y efímero.

—Eso no puedes asegurarlo. —Lyss bajó el tono, pero siguió sonando muy decepcionada—. Aunque sea tu familia, ¡no puedes fiarte de él con esos antecedentes! Se supone que tenemos que garantizar un entorno seguro a nuestros clientes. ¡No podemos hacer eso con un delincuente dentro!

—Por eso he tomado precauciones. —Debía admitir que la paciencia de Val era admirable. Pero insuficiente—. Leon estará con él las veinticuatro horas del día, le he dado las llaves del apartamento del centro para que se acomoden allí mientras dure el contrato. Derek sólo visitará el In Chains para sesionar cuando Leon lo considere seguro y procedente. Hasta entonces te prometo que no pondrá un pie dentro. Y, aparte, si sucede cualquier cosa, no olvides que está Ariel. Él sabrá mejor que nadie cómo proceder.

—No me parece justo lo que estás haciendo. ¡Ni sensato! Por no hablar de la situación en las que has puesto a Leon. ¿Y si tu hermano le hace algo?

—Te aseguro que Leon es perfectamente capaz de ocuparse de mi hermano. Le he visto hacer wrestling con tipos más grandes que él.

—Eso no es suficiente.

Parpadeé, perplejo, al escuchar la palabra «hermano». ¿Val tenía un hermano? Y por el contexto de la conversación, no uno del que se enorgulleciera. No me extrañó que Lyss enloqueciese ante la idea de traerlo al In Chains.

—¿No confías en Leon? —Inquirió él.

—No se trata de eso y lo sabes. —Lyss sonó dolida. Y triste—. Sueltas la bomba y ahora te vas, dejándome sola otra vez con esto.

—Sé que podrás manejarlo —aseguró él—. Si pudiera hacerlo yo o hubiera otra opción, no os cargaría a ninguno con esto. Pero ahora mismo te prometo que no tengo otras opciones. Ya sabes que...

—Sí. Lo sé —acotó ella con voz amarga—. Lo sé de sobra.

—Si de verdad no quieres hacerlo, le diré a Derek que no venga.

—Si te dijera que no, te haría daño y no me lo perdonarías nunca.

—Sólo te pido que confíes en mi. Por favor. —Me costó entender las palabras de Val, quien había bajado el tono hasta sólo hablar en un murmullo grave.

—No, Val. Tú no has confiado en mi, ni siquiera para contarme que tenías un hermano. He tenido que enterarme de su historia por un maldito informe policial. —Lyss sonó al borde del llanto. No pude evitar entristecerme también—. No puedes pedirme confianza después de eso.

—No podía contártelo sin faltarle al respeto a mi padre. Por favor, entiéndelo.

—Lo siento, pero no lo entiendo.

Se hizo el silencio. No me hizo falta estar allí para imaginarme sus rostros atribulados, ni para respirar el denso ambiente que empezó a expandirse incluso fuera de su habitación.

—Lyss...

—Vete —interrumpió ella—. Por favor. Vete.


CONTINÚA LA HISTORIA EN LA EDICIÓN FÍSICA Y/O DIGITAL DE 

IN CHAINS: ENCADENADOS VOL. I

YA DISPONIBLE EN AMAZON Y AMAZONKINDLE

LINK EN LA DESCRIPCIÓN



In Chains: Encadenados (RESUBIDO)Where stories live. Discover now