Lyss

118 11 0
                                    

Habían pasado casi dos semanas desde la llegada de Derek al In Chains. En ese tiempo, todo parecía haber recuperado cierta normalidad, el ritmo del local parecía haberse restablecido y, en cierto modo, también el de mi vida. Era Martes, pero yo llevaba desde de la semana anterior totalmente atareada con la próxima fiesta fetish que iba a dar en el local. Planear el montaje del escenario y las decoraciones con Abel, hablar de la vestimenta, el dress-code y el catering con Gem, contactar con los parroquianos habituales para organizar actuaciones y demostraciones... No podía negar que había tenido la cabeza muy ocupada. Tanto que a duras penas había podido sesionar con Nero, teniendo que dejar su correa en manos de Dragan repetidamente las últimas semanas para que pudiera encargarse de él. No podía quejarme, lo cierto era que estaba haciendo un buen trabajo de adiestramiento con él. Y al gusto remarcablemente masoquista de mi pequeño cachorro le encantaba la disciplina sádica del tatuado.

Pero habían pequeñas piezas que no encajaban en aquel puzzle de tranquila "normalidad". Una de ellas era el saber que esa paz reinstaurada en el local se debía, principalmente, a las ausencia de Leon y Derek. Desde el incidente en la sala azul, mi viejo amigo había decidido centrar el entrenamiento de Derek en las cosas más básicas, y por ello había preferido quedarse en casa los últimos días para que el chico fuera aprendiendo a hacerse a una rutina más o menos saludable. O eso era lo que me había dicho Ariel, el único que había ido a verlos fuera del horario de trabajo. No podía negarme a mí misma que, aunque una parte de mi agradecía no tener que ver a Derek a menudo, otra se moría de curiosidad por saber cómo estaba evolucionando mi "cuñado". Aunque una parte de mi se revolviera al pensar en él como un miembro de mi familia.

La otra... Mi falta de comunicación con Val desde que todo aquello había empezado. Sin duda él había tratado de llamarme varias veces para hablar, pero yo siempre había buscado alguna excusa para retrasarlo, normalmente aludiendo al trabajo, ya fuera suyo o mío. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarme a la realidad y tener una charla con él. Sobre Derek... Pero, sobre todo, sobre nosotros. En el fondo sabía lo que pasaría cuando hablara con él: yo me quejaría y le recriminaría su ausencia como una quinceañera despechada que no sabe cómo decir que lo echa de menos. Y él me sonreiría, me hablaría amablemente, como siempre hacía, me prometería volver pronto, quizá hacerme alguna visita sorpresa, llevarme de viaje a algún sitio para pasar tiempo juntos... Y yo caería, como siempre, en la trama de sus promesas para poder sobrevivir otras pocas semanas esperanzada hasta que de nuevo su ausencia me golpeara como un mazo.

Quería resistirme a esa anestesia emocional, de algún modo ese enfado con él parecía sostenerme con más fuerza que la esperanza, aunque supiera que era mucho más tóxico que la alternativa. Ni siquiera yo misma tenía claro por qué en esa ocasión había decidido no seguir la corriente de Val. ¿Quizá para llamar su atención? ¿O para intentar demostrarme a mí misma que podía vivir sin depender de él? En cualquier caso, estaba fracasando estrepitosamente. Y no fui la única en darme cuenta.

Aquellas dos piezas no tardaron en encajar más pronto que tarde. Y decidieron ponerse de acuerdo para hacerlo en el salón de mi propia casa. Había sido Leon quien me había llamado la noche anterior para decirme que quería ponerme al día con el tema de Derek, y que quería reunirse conmigo, Gem y Dragan para discutir los próximos pasos a seguir con él. Algo que iba a ser meramente "profesional", algo que él sabía bien que yo no rechazaría. Y solo en el último momento, alegó que Val estaría presente por videoconferencia. No me dio ni tiempo a replicarle antes de que me colgara el teléfono. Y supe, en ese preciso instante, que entre los dos habían planeado hacerme la encerrona. Lo cual no hizo sino aumentar mi enfado hacia mi señor esposo.

Incapaz de negarme a aquellas alturas, me limité a pedirle a Fátima, la mujer que se encargaba de llevar y limpiar mi casa; que preparara té para todos mis invitados y que se encargara de que ninguna llamada interrumpiera la reunión. Como dato curioso, me gustaba mucho Fátima. Rondaba los cincuenta, baja estatura y muy delgada, pero engañosamente fuerte y mañosa. Tenía una conversación siempre agradable, buenos modales y, lo más importante, no hacía preguntas incómodas, no se metía en la vida de nadie y era muy discreta. Fue uno de los motivos por los que Val decidió contratarla: porque sabía que nuestras vida sexual tan poco convencional no saldría a la luz. Por eso y... por su habilidad con la cocina árabe. Especialmente con el té.

In Chains: Encadenados (RESUBIDO)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن