Lyss

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—Deberíamos empezar a considerar el reducir gastos—le comentaba a Gem, sentadas las dos en la barra del bar con un montón de papeles y tickets delante, haciendo la contabilidad con una vieja calculadora de mano y mi portátil de última generación abierto junto a dos tazas de té humeando—. Tengo dos facturas que suman quinientos dólares en lubricantes—. Miré a la otra mujer enarcando una de mis finas cejas tras las gafas—. ¿En serio? ¿Cómo te puedes gastar tantísimo dinero en lubricantes, Gem?

—Ah, pues porque hay que tener variedad, Lyss—. Ella cogió su taza de té y se encogió de hombros como si la cosa no fuera con ella. Como una niña que no hubiera roto un plato en su vida. Debo admitir que se me escapó una sonrisa—. No a todos los sumisos les gustan los mismos sabores, o los mismos efectos... ¡Y ni hablar de los que son alérgicos a ciertos componentes!

—Gem, da igual cómo lo quieras pintar, sigue siendo una barbaridad de dinero para algo muy básico—la regañé. Ella respondió inflando los mofletes como una cría—. La próxima vez haz el pedido bajo demanda y no te vuelvas loca mirando el catálogo, o te lo descontaré del sueldo.

—Vaaaaale...—. Hizo un puchero, pero al final me sonrió y le dio otro sorbo al té. Rodé los ojos y seguí repasando las listas de las últimas compras—. Bueno, ¿me vas a contar de una vez por qué traes esa cara tan larga? ¿Has dormido mal?

—¿De qué hablas?—. No aparté la mirada de los papeles.

—Lyss, cielo, se te notan las ojeras hasta con las gafas puestas—. Le dirigí una mirada larga, y vi en sus ojos oscuros la preocupación que logró que me quitara las lentes y me frotara los ojos—. Ayer hablaste con él, ¿verdad?—. Supe de inmediato que se estaba refiriendo a Val. Me mordí el labio inferior, jugueteé con las gafas entre los dedos y asentí—. ¿Discutisteis?

—Discutí—le corregí—. Él apenas dijo nada.

—¿Fue por lo de Derek?—quiso saber. Yo me encogí de hombros. "Ojalá fuera tan simple", deseé en mi fuero interno—. Dime que no te fuiste a dormir justo tras la pelea—. No me hizo falta contestar, ella misma adivinó la respuesta. Dejó la taza en la mesa de inmediato y me cogió una de las manos—. ¡Ay, Lyss! Primera norma de las relaciones a distancia: nunca dejes a medias una discusión.

—No estaba en mi mano. Él tenía varias reuniones y... Bueno, ya sabes—. Volví a encogerme de hombros e hice un gesto de desquite con la otra mano—. Ya le llamaré dentro de un par de días y hablaremos lo que tengamos que hablar...

Justo en ese momento sonó la puerta de la entrada cerrándose con un golpe. Luria se presentó en el local con su guitarra a la espalda. Estaba prácticamente despeinada, llevaba la ropa descolocada y unas gafas de sol oscuras y grandes cubriéndole los ojos. . Gem y yo la vimos acercarse en silencio, poniendo cara de circunstancias. Parecía que viniera de la guerra, como quien diría.

—Creo que no eres la única que ha pasado un mala noche...—comentó Gem en voz baja.

—Buenas tardes—le saludé yo alzando las cejas.

—Mongr...—. Una especie de gemido-barra-gruñido fue su respuesta a modo de saludo—. ¿Llego tarde otra vez?—. Tenía la voz tomada completamente por la resaca.

—No. Llegas media hora antes—. Le hubiera dado la enhorabuena, pero por la forma en la que la chica cogió el teléfono móvil para mirar la hora, estaba claro que no sabía en qué hora vivía. Seguramente ni se había acordado de que ese día entraba de tarde: solo se habría levantado y venido sin siquiera mirar el reloj—. Creí haberte dicho que no quería volver a verte de resaca.

—Estaré bien, solo necesito una aspirina. Ya me despedirás luego—. Se puso a buscar en su gastada mochila, pero desde el primer momento estuvo claro que no iba a encontrar ninguna. Por ese mismo motivo fui yo quien se giró, hurgó en su bolso y le dio un blíster plateado bien cargado de ácido acetil salicílico—. Gracias...—me dijo con tono agrio, metiéndose detrás de la barra para servirse un vaso de agua.

In Chains: Encadenados (RESUBIDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora