Soren

208 7 1
                                    


El mensaje de Dragan me llegó al teléfono durante mi jornada de trabajo en el almacén. Tuve que excusar una salida al baño para poder leerlo, encontrando un mensaje claro y conciso:

Hoy llegaré un poco más tarde pero tú ve allí tal y como habíamos acordado. Espérame en la sala roja. Lleva cuero.

Sí, dómine.

Después de eso no me contestó. Estuve casi todo el día distraído, tanto que casi confundí dos pedidos sin querer, ya que mi mente no dejó de divagar ni un solo momento sobre lo que aquel hombre cubierto de tatuajes haría conmigo aquella tarde cuando fuera al local. Tuve que esforzarme, sin embargo, en acabar todo a tiempo para poder escaparme del trabajo cuanto antes y que me diera tiempo a pasar por casa para coger mis cosas. Comí algo rápido por el camino, ya que no me iba a dar tiempo a hacerme algo decente en mi piso compartido con dos estudiantes canadienses: prácticamente pasé por allí para darme una ducha, cambiarme de ropa y coger lo que pensé que sería más adecuado para la sesión, meterlo en mi vieja mochila y volver a salir por la puerta.

Llegué al local a la hora, encontrándome a Ariel fumando a la sombra, junto a la entrada. Me sorprendió verle vestido de chándal, contrastando con su acostumbrado atuendo de motero de los noventa. Me percaté, además, de que tenía la mano izquierda vendada. "¿Se habrá hecho daño entrenando?", me pregunté, elevabdo una ceja con cierta impresión. Tenía a Ariel por un hombre bastante fuerte y versado en lo que a peleas se refería, verle herido era toda una novedad para mi.

—Ey, Soren—me saludó, echando humo por la boca—. ¿Qué tal esa espalda?

—Mejor, gracias—contesté, escuetamente—. ¿Dragan ha llegado?—. Pregunté con cierta nota temerosa en la voz, pero Ariel negó con la cabeza.

—Creo que aun le falta un rato para que venga—. Me guiñó uno de sus curiosos ojos color ámbar. Me quedé mirándole con gesto dubitativo. Debí poner una cara muy obvia, porque el hombre ladeó la cabeza y sonrió al decirme—: Leo está en sesión ahora mismo, y pinta que tiene para largo.

—Ah, ya veo...—asentí, sintiéndome algo idiota. Me froté un brazo con gesto torpe y me despedí de él con un cabeceo—. Gracias, Ariel.

—De nada. Que vaya bien, Soren—. El hombre volvió a darle una calada al cigarrillo y no dijo nada más.

Entré. Vi algunas caras conocidas, la mayoría de parejas y pequeños grupos sentados en las mesas, tomando algo relajadamente. Yo me dirigí directamente hasta la barra, revisando el teléfono para ver si mi nuevo dómine me había ordenado algo más, pero no fue el caso. Me senté en la barra, que en ese momento estaba vacía de personal... Y prácticamente de gente. solo había un chico sentado prácticamente en el extremo de la encimera; de aspecto ojeroso y cansado, pelo corto y oscuro, rapado por los lados, aparentemente mojado. Llevaba una sudadera negra, arrebujada en torno al cuello, y unos vaqueros de aspecto nuevo que contrastaban enormemente con unas botas militares totalmente destrozadas. Era delgado, más o menos como yo, pero con un punto enfermizo; y tenía una cara ojerosa y amargada que me recordó a los clásicos drogatas de las películas ambientadas en el Bronx. Estaba sentado frente a un vaso de Coca-Cola sin probar, con los codos apoyados en la barra, cara de pocos amigos, aparentemente afanado en quitarse los pendientes de las orejas y el piercing de su ceja izquierda.

Al percatarse de que le estaba mirando, el chico giró la cabeza y me taladró con una mirada color gris que, por algún motivo, me resultó familiar.

—¿Y tú que miras?—me preguntó en tono borde.

—Nada—. Respondí con indiferencia—. Me preguntaba si te conocía. No recuerdo haberte visto por aquí antes.

—Llegué aquí ayer, no nos hemos visto en la vida—dijo en el mismo tono, como si hablarme le produjera una aversión que no comprendí.

In Chains: Encadenados (RESUBIDO)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt