Capitulo 1

13.8K 558 106
                                    


19 de noviembre de 2014

Estaba en el colegio terminando el examen de literatura. Eran los exámenes finales y faltaba poco para la salida. Solo escribir el final del libro de Diestrich Bonaheffer, En medio de la maldad, y listo. Al soltar el lápiz, suena la campanilla que indicaba el final de hora.

La maestra Sally pasa a recoger las hojas asiento por asiento. En cuanto Tarah entrega y se levanta sigo yo, lo entrego y ambas salimos fuera del salón.

Tenemos un acuerdo, el cual consiste en no hablar sobre los exámenes luego de terminarlo, solo para no estresarnos por las respuestas desiguales, que siempre terminan siendo las mismas con diferentes palabras y las dos tenemos la respuesta correcta.

-¿Y? ¿Ya conseguiste un trabajo de verano? – pregunta ella a la vez que nos acomodamos en una banca del patio del instituto.

-No. Mis padres siguen insistiendo en que no tengo por qué trabajar. –respondí.

-Bueno, yo conseguí uno o mejor dicho, dos. –mi mejor sonrió con orgullo. Puse los ojos en blanco para después sonreírle.

-¡Es genial, eso! ¡Habla ya! –le pedí.

-¿Te acuerdas del chico ciego que te comenté hace mucho? – preguntó y asentía mientras trataba de hacer memoria. – Bueno, tía Carlota se hizo muy amiga de su familia, (pura casualidad que tía Carlota vive a dos casas de allí) y me dijo que... ¡Buscan acompañante para Noah! – la quise mirar con felicidad, pero me salió una mueca de confusión.

-¿Noah? –pregunté.

-El chico ciego se llama Noah. Noah Galler. – habló rápidamente.

-¡Eso es magnífico! ¿Aceptarás? –hablé yo, recobrando la compostura. Estaba feliz por ella, pero ella no mostró emoción alguna, al contrario, su sonrisa se esfumó.

-Qué más quisiera, pero mamá me abrirá una tienda de ropa. Ya sabes que mi sueño es eso. Algún día seré una diseñadora muy famosa hasta con mi propia línea; y bueno, es por eso que no puedo aceptarlo, así que... - Me miraba con complicidad.

-Qué.

-¡Pensé en ti, Gianna!

-¿En mí? ¿Yo?

-¡Sí! ¡Tú! Eres fabula de compañía y cuidando personas. También sabes mucho del tema de discapacitados, yo lo sé. – Respondió Tarah.

Bien, esto era raro. Nunca pensé en un trabajo como este a mis diecisiete años. Siempre pensaba como secretaria de mamá o trabajar en McDonald's.

-¿Crees que yo deba ir? –pregunté dudosa.

-Sí. De hecho, tía Carlota me dijo que tú serías buena acompañante. Ya sabes que ella te aprecia mucho y admira que cuides y des cariño a Marquitos. – Marquitos era su pequeño hermano que sufría parálisis cerebral. Esa criatura era un encanto, y tan adorable. – Me dijo que hablaría con la madre de Noah sobre ti, hoy podemos ir a casa y hablas con tía Carlota al respecto para más información. – sonreí.

-Eso sonó a publicidad. –señalé.

-Lo sé. –ambas reímos. - Irás, ¿no? –insistió.

-Obvio. – asentí.

Luego de conversar allí por veinte minutos, no hicimos nada más en particular en el colegio. Entrabamos a las siete de la mañana y como eran últimos días, salíamos a las diez. En cuanto dio esa hora, nos encaminamos a la casa de Tarah.

Al llegar, saludamos a su mamá, tía Luisa, quien estaba preparando el almuerzo. También a su padre, tío Rogelio, que se estaba arreglando para su día de trabajo. Y por supuesto, a tía Carlota, quien estaba al cuidado de Marquitos.

Te adoroWhere stories live. Discover now