Capítulo 15

6.6K 387 17
                                    

Noah

Sabía que Gianna me amaba, lo sabía porque aún seguía conmigo, por más que la haya gritado, la haya echado y le haya dicho cosas feas. Ella no estaba conmigo porque la habían pagado o por lástima, y sabía eso porque ella hacía lo mismo conmigo tratando de que entendiera, y me fascinaba escucharla gritar verdades dolorosas.

Cuando le pedí que saliera conmigo, un día antes me había roto el corazón pero no importaba, porque era Gianna y ella merecía a alguien mejor que yo. Realmente me había sorprendido cuando se me declaró, mucho después de que yo ya le haya confesado todo, ya me había resignado a que podría vivir sin ella pero ahora me es imposible siquiera imaginar, como ya lo dije. Cuando le escribí aquella corta historia, no quise poner el  final que tenía en mente ya que era consciente de que le gustaban historias de finales felices y cuentos de hadas, y para mí, Peter Pan dejó de existir a los 10 años. Pero no quise ser cruel, no con ella. Y ahora solo esperaba a que nuestra historia si se pareciere por lo menos algo, a lo perfecto.

Hoy cumplíamos un mes oficialmente para ella, y con ayuda de mi familia habíamos comprado cosas para que a ella le gustase. Amaba la forma en que se quedaba sin palabras, cuando hacía su grito ahogado y cuando se abalanzaba a mis brazos o se colgaba por mi cuello. Y cuando decía que me adoraba, eso podía simplemente hacerme desfallecer.

-¿Y qué tal el examen? –le pregunté cuando estuvimos solos nuevamente después de la merienda. Me encontraba recostado sobre su estómago, mi lugar favorito en todo el mundo. La escuché suspirar e incorporarse, sacándome de ella.

-Horrible. –respondió. Reí.

-¿Por qué? Me dijiste que ibas a estudiar. –le cuestioné recordando que ayer iba a hacerlo. Se movió de nuevo en la cama.

-Emm... la verdad es que estaba pensando en ti. –sonrió. Alcé mis cejas, para verme algo sorprendido. –Bueno, sí estudié pero es que la maestra hace muy complicado sus exámenes. Me siento mal porque son cosas básicas que uno debe de saber de su nación. ¿Quién diablos sabe el salto de agua más alto de Paraguay? –la escuché quejarse.

-El salto Suizo. –respondí. Se quedó callada. Bien, no me esperaba responder a su queja.

-Eso lo sabes porque vivías por el interior. –comentó. No podía creerlo. Sonreí.

-No vivía en el interior, y si no recuerdo mal, no soy yo el que tiene familiares en Paraguari. –objeté.

-Pero... ¿Cuántos kilómetros tiene el río Paraguay? –preguntó dudosa bajando su tono de voz.

-2.600, Gianna, no me digas que eso no sabes. –reproché indignado. Se calló. – Creo que además de clases de braille hay que dar geografía.

-Cállate. –demandó entre dientes. Solo quería ver su expresión enojada. -¿Y cómo tú sabes tanto de eso? –preguntó de la misma forma.

-Porque leo y se me queda aquí. –señalé mi sien. –Creo que debemos leer más historia y menos Cincuenta Sombras de Grey. –bromeé pero diciendo un poco la verdad. Tampoco quería que se enojara. Una almohada golpeó mi rostro.

-Estoy enojada. –dijo. Sonreí y tanteé hasta llegar a ella. Cuando la sentí se zafó. Sonreí.

-Gianna, solo bromeaba. –volví a mover el brazo y toqué su pierna, rápidamente la acorralé y la tuve enfrente. –Pero necesitas clases de historia. –solicité de nuevo. Su mano rodeó mi cuello.

-Si tú me enseñas... -empezó a decir pero unió nuestros labios, besándome con delicadeza, callándonos.

Volvía a sentirme en el paraíso, llevándome lejos. Gianna, mi ángel, mi luz. Esta vez el beso se estaba yendo más de lo que alguna vez fuimos, ella me besaba como proclamando más y yo no podía parar, también quería más. Nuestras lenguas se saboreaban entre sí, luchaban entre sí mientras yo la acomodaba debajo de mí. A la vez que empezaba a bajar los besos a su barbilla, cuello y clavícula, acariciaba su rostro, fino y delicado, tenía los ojos cerrados. No éramos consiente a donde esto podría llegar. Empezaba ella a respirar con presión, pero sus manos viajaban por mi torso y espalda.

Te adoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora