3. Pasar página

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Eliza

Nos encontrábamos en su habitación, habíamos terminado de hacer un trabajo de matemáticas y tuve la grandiosa idea de poner una película.

—Creí que querías ver tu partido —negué

—Seguramente te aburrirás, una película es más entretenida —sonrió en cuanto la mire

—Los únicos partidos que vería serían los tuyos —sonreí asintiendo

—Lo sé, hasta ahora has estado en todos los partidos

—No me molesta estarlo, lo sabes —tome su mano y deje un beso en ella

—Te quiero —vi sus mejillas tornarse rojas, pasé mi mano por una de ellas, me perdí en el bello brillo de su mirada— ¿Te he dicho cuanto me encantan tus ojos?

—Me lo recuerda cada que puedes —sonreí a la par de ella

—Pero me encantan más cuando tienen ese brillo hermoso

—Aparecen solo cuando te miro —sonreí

Me incline más hacia ella, mire sus dulces labios, y mi vista regreso a ella, sonreí al ver que igual estaba mirando mis labios.

—¿Cómo estás? —aparte los recuerdos cuando Raúl entro a mi habitación

—Cansada —bostecé—, me levanté temprano porque Emilia al parecer no duerme hasta tarde —mascullé, y lo escuché reír

—¿Quieres hablar de eso?

—¿Sobre Emilia y su falta de sueño? —pregunte frunciendo el ceño— Creo que solo lo hizo para fastidiar —asintió riendo

Se sentó en el borde de mi cama y me extendió sus manos, las tome sin alejarme del escritorio al cual estaba recargada.

—Eres el único con el que puedo hablar sobre esto —bufé—. Estoy cansada

—¿Le contaste algo a Emilia? —negué— ¿No crees que debería saberlo?

—Tal vez sí, pero ella tiene sus propios problemas como para lidiar con los míos

—Es tu mejor amiga

—Sí, lo ha sido desde que esto está pasando, y no ha sabido nada y es mejor así, que nadie más se involucre en esto

—De acuerdo —bufó—. Ven aquí —dio una palmada en su regazo

Bufé antes de acercarme y sentarme justo ahí, lo abrace y coloque mi cabeza en su cuello, sentí su mano bajar por mi espalda.

—Estoy cansada

—Lo sé

—No he dormido bien por los malditos recuerdos que la involucran —sentí mis ojos arder

—Lo sé

—Necesito dormir para estar bien en los entrenamientos —la garganta me ardía—, pero no lo consigo

—Lo sé

—¿Por qué fue a esa fiesta?

—Querías divertirte para no pensar en todo ese problema

—Y ella tenía que estar ahí —bufé—. La odio

Sentí mis mejillas humedecerse, sentí como la camisa de Raúl comenzaba a humedecerse por mis lágrimas. Sentí su mano subir y bajar por mi espalda tratando de darme tranquilidad, pero no lograba conseguir que mis lágrimas se detuvieran o, tal vez no quería que lo hicieran, porque una vez más él estaba ahí, apoyándome como siempre ha estado.

Una última partidaWhere stories live. Discover now