Prólogo

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Stella no creía en el destino, decía que todo sucedía porque así tenía que ser, no creía en las casualidades, pero, al conocerla a ella empezó a tener una opinión acerca del destino.

Pues ella había calculado todo, iba iniciar sus estudios en la preparatoria de su ciudad, si todo salía bien y sus padres pensaban en la escuela en parís de las que les platico, solo estaría un año en esa preparatoria, y, si todo salía mal, solo estaría dos años, sea cual sea la situación el resultado era el mismo, tenía que pasar desapercibida.

Pero debemos entender que las cosas nunca salen como las planeas, o no como realmente queremos.

Stella si se iría en el segundo año a Paris, pero eso de pasar desapercibida no salió tan bien.

Cuando la escuela obligó a los alumnos hacer algún deporte por puntos extras, ella dijo que no lo necesitaba, pero no era de querer o no, era una regla de la institución y a ella nunca le gustaba desobedecer las reglas. Vio las listas de los deportes y al que mejor se acoplaba era al fútbol, pues su familia eran fans del deporte, y lo había visto más de una vez, tenía un poco de experiencia.

La entrenadora dividió a los chicos y chicas, después a las chicas las dividió en dos equipos, tenían que calentar antes de jugar.

—¿Qué? —pregunto al ver a una rubia correr a su lado— ¿tengo algo en la cara?

—No, disculpa —sonrió negando—, es que por tu porte pensé que escogerías alguna actividad más tranquila, como el tenis —se encogió de hombros

—Me gusta tomar ventajas de las cosas, no conozco las reglas del tenis —comento mientras empezaban a trotar—, el fútbol si lo tengo claro

—Entiendo —tendió su mano—. Eliza Jones

—Stella Lambert

El plan de Stella cambio al pasar más tiempo con esa chica, pues su amistad paso más allá de aquel deporte, poco a poco el año escolar empezó a cobrar sentido, y poco a poco la escuela en Paris ya no le parecía tan interesante.

Eliza no creía en el destino, ella más bien solía ver la vida como un juego de fútbol, todas las cosas que le pasaban creía que era un tipo de jugada nueva y les miraba un buen lado.

No tenía clara muchas cosas, pero sí sabía algo, esa chica estaba removiendo cosas de su mundo, y no tenía miedo de descubrirlo, pues creía que sería una maravillosa jugada.

Pasaba más tiempo con ella y no le desagradaba, el año escolar fue tan bueno al lado de aquella chica, pero no tenía clara una cosa, no sabía si esa chica pensaba lo mismo que ella, si le correspondería de alguna manera.

Hablo con la única chica experta en el tema, su hermana mayor, la ayudo a entender muchas cosas, y le dio tips para saber si Stella le correspondería. Desde ese momento Eliza fue mucho más observadora, y todas las señales le indicaban que Stella sentía lo mismo por ella.

Eliza empezó hacer más libre a la hora de estar junto a Stella, y Stella también se sentía más cómoda estando con Eliza, pero solo había un fallo.

Su plan desde el inicio.

Ya no quería irse aquella escuela, pero al parecer tendría que hacerlo, pues el trabajo de sus padres lo pedía.

No podía hacer nada, su destino era irse a Paris por unos años, por el trabajo de sus padres, no podía cambiar eso, aunque quería, no podía hacer nada.

Eliza tenía claro que para segundo año le pediría a Stella salir con ella formalmente.

Stella logro entenderlo, aunque no quería, tenía que aceptarlo, pues su plan era ese desde un inicio, irse a otra preparatoria, no podía cambiar sus planes, conocerla no era parte del plan.

Un día antes de que ella tomar el vuelo, lo disfruto como si no hubiera mañana, porque así era, no habría mañana con Eliza de su lado.

Se mantenía en comunicación constante con Eliza, pero jamás mencionaba que no regresaría, no podía.

Eliza espero con ansias que las vacaciones terminaran, para poder ver a Stella, sabía que ambas estarían bien, que todo saldría bien, pues habían conectado muy bien durante ese año escolar.

Stella le pedía perdón en silencio cada noche, hablaron una última vez antes de regresar a clases. No menciono nada.

Ellas nunca creyeron en el destino, pero aquella noche Stella dijo que, si existía un destino, él tenía la culpa por cruzar su camino con el de Eliza, en esos momentos.

Esa noche Eliza no encontró respuestas, ese plan estaba calculado para hacer una exitosa anotación, pero aquella jugada no estaba en el plan. Eliza se quedo en la banca en el gran partido, y por primera vez en su vida, maldijo a ese destino por hacerle creer que anotaría, cuando ni siquiera llevaba el balón.

Eran las personas correctas en el momento equivocado.

Y, después de muchos años volvieron a encontrarse, la cuestión es, si ellas quieren arriesgarse al destino, quien sabe, siempre se puede jugar...

Una última partida.

Una última partidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora