28.

12.7K 1.4K 180
                                    

Ana

El almuerzo que había improvisado Lian fue delicioso, pero lo mejor de todo fue que él mismo me sentó en sus piernas y me dio de comer. Al principio me negué por la vergüenza que sentía, pero tras unos minutos de insistencia de su parte me rendí y dejé que lo hiciera.

Al igual que la ducha, había sido la mejor decisión. No sabía cuánto había extrañado que me mimaran hasta ese momento.

Luego de aquel almuerzo, tocó concentrarme en mis deberes de detención, los cuales descargué desde la laptop que Lian me había prestado. Me sorprendía que no tuviera ningún archivo y estuviera prácticamente nueva, pero no comenté nada al respecto y pude hacerlo. El trabajo, como ya veía venir, era un pequeño ensayo sobre la normativa escolar. Me resultó demasiado aburrido hacerlo, sin embargo, estaba llena de energía y pude escribir algo decente y que Lian aprobó tras agregarle unos cuantos párrafos más.

—No es que quiera amenazarte, pero si vuelves a escapar serán muchas páginas más —me dijo cuando me tomó en brazos otra vez, luego de guardar las cosas.

—No es justo. A veces necesito cosas.

—¿Necesitas ir de compras? Solo dilo, pero quiero saberlo.

—No puedo ir exactamente de compras, mis padres no me dan suficiente dinero.

—No será necesario. Te daré una extensión de mi tarjeta.

—De ninguna manera —lo corté—. No, claro que no.

—Claro que sí, no protestes, Ana. O si no no te dejaré salir de aquí.

Escondí el rostro en su pecho. ¿Acaso estaba loco? ¿Una tarjeta? ¿Qué le pasaba?

—No me puedes dar una tarjeta —murmuré—. Me voy a sentir cómo…

—Como mi pareja, así quiero que te sientas —susurró y yo me estremecí.

No iba a poderme acostumbrar a todas estas atenciones de golpe. Necesitaba procesarlo, pensar las cosas. Lo más lógico sería simplemente disfrutarlo, pero yo no era la clase de persona que confiaba sin más. Tenía que irme con cuidado.

—Es hora de irme a casa. Papá ya pronto pasará por mí —le dije y él me bajó de sus brazos.

—Lo sé, pero no quiero que te vayas.

—Tengo que hacerlo.

El sonido del auto de papá nos hizo suspirar a ambos. En aquel momento pensé en que yo tampoco me quería ir, sin embargo, mi racionalidad ganó y dejé que Lian me pusiera la mochila.

—Nos vemos mañana, mi pequeña reina —me dijo Lian y me dio un beso en los labios que me dejó en las nubes—. Por favor, piensa en venir conmigo.

—De acuerdo, lo voy a pensar —contesté antes de salir de la casa.

Esta vez no era solo mi padre el que me esperaba, también mamá. Los dos parecían estar tranquilos y esperaron a que me subiera al auto.

—¿Cómo te fue, cariño? —me preguntó ella.

—Todo bien.

—Nos informaron sobre la detención, ¿por qué escapaste? —me preguntó papá.

—Por un corte de cabello —contesté sin dudar—. Lo siento mucho, ya no volverá a suceder.

—Más vale que así sea —dijo él mientras arrancaba.

Miré hacia la casa del profesor, pero este no había salido de ella, tal vez por ocultar que no estaba vestido de una manera apropiada para darme clases particulares.

POSESIVODonde viven las historias. Descúbrelo ahora