Capítulo tres: Viaje.

754 39 0
                                    

CAPITULO TRES:

Un golpe en la puerta seguido de unas palabras me despertaron. Me senté en mi cama y mire a mí alrededor. Todavía no era de día. Mire mi reloj de muñeca. Cinco y media de la mañana, bueno madrugada. Que hacia yo despierta a esa hora, no lo sabía. Hasta que mire al lado de mi cama. Maletas. Pensé un segundo. Oh no. ¡Oh no! El día no deseado había llegado, y yo quería quedarme en la cama y que las sabanas me traguen. Me sentía como una vaca que sabe que es su día de muerte para que otros puedan comer. Ok, tengo una obsesión con las vacas. Basta. Con muy pocas ganas, más pocas que siempre, me levante de la cama y me dirigí al baño. Me bañe, rápido, en modo zombie, y me puse algo cómodo para el viaje. Un short de jean, una remera grande- que se la había sacado a Mike- y un par de zapatillas ligeras. Iría en ojotas pero las guarde en la mochila, y buscarlas no me emocionaba mucho. Baje a desayunar y allí estaba mi madre, tomando su té matutino. No sé cómo, pero logre hacerme una chocolatada. Sin cereales hoy. La tome lentamente, deseando que este momento sea eterno, para no irme más. No quería irme. No quería irme y punto. Sé que estaba siendo como una niña pequeña, pero no importa, no quería irme. Deseaba que haya un apocalipsis zombie o una invasión alienígena, pero no me quería ir bajo ninguna circunstancia. Bueno, si Mike o Lily venían, no había problema. Pero esa no era la ocasión. Entre mis pensamientos de como poder escaparme, mi leche se terminó y ya eran las seis y media. Media hora para sufrir. Media hora para pensar que iba a hacer.

Volví a mi cuarto, sin decirle una palabra a mi madre. Fui al baño y cepille mi cabello. Nada. Tenía bigote de chocolatada, así que me lave la cara. Nada. No podía ser que nada se me ocurriera. Até mi cabello en un rodete y suspire. Miré la hora. Veinte minutos. Me senté en mi cama. La última vez en meses. Mire a mí alrededor. Mi colección de Cds, de libros, mis fotos con mis amigos. Me pare y me dirigí hacia donde esas fotos estaban colgadas. Tome una. Estábamos Mike, Lily y yo. Lily sacaba la lengua y ponía los ojos bizcos, Mike puso cara de pato, y yo me reía de ellos. Esa foto la habíamos sacado el año pasado. Un día que nos fuimos de campamento, estábamos viendo quien hacia caras más raras y justo mi madre saco la foto. Mire otra foto de la pared. Estábamos nosotros tres otra vez, pero esta vez posando. Todos sonriendo. El mejor día de mi vida. Decidí llevarme la foto rara. La guarde al final del libro que estaba leyendo. Miré la hora de nuevo. Solo faltaban diez minutos. Decidí que era hora de afrontar esto. Sí, diez minutos antes lo decidí. Bajé con una maleta en cada mano y con la mochila colgada de un hombro. Mi madre estaba mirando por la ventana, y al verme me ayudó. Cuando terminamos, me senté en una silla y mi madre me imitó.

-Bueno cariño- las primeras palabras entendibles que escuche en el día-, ¿Estás lista? Quiero que no te sientas obligada a hacer esto, sino que lo haces porque queres.

-Mamá, ya es un poco tarde para eso- contesté, secamente-. Me siento obligada a ir. Y no, no quiero ir. Ya está, la decisión está tomada, me tengo que ir igual.

No quería irme enojada con mi madre, así que suavice un poco mi voz.

-Pero bueno, quiera o no, son vacaciones. Por algún lado me agrada esto, porque hace mucho que no vuelvo a ese pueblo, así que me va a gustar. Y capaz que con esto mi relación con papá va a mejorar. No te preocupes por mí, voy a estar bien.

Fuera se escuchó un auto estacionar y una puerta cerrarse. Luego alguien que tocaba timbre. Bien, ya llego el momento. No hay vuelta atrás. Mi madre se levantó a abrir y yo me pare, preparada para lo que venía. Una voz masculina seguida de unos pasos se escuchó. Segundos después un hombre buen mozo, alto, de cabello marrón oscuro, con ojos celestes, de tez blanca tostada, vestido con un pantalón largo de jean, zapatillas grises y una remera azul apareció por el umbral de la puerta.

-Hola papá- dije, en el mismo lugar en el que estaba.

-Hola Emily, ¿no vas a saludar a tu padre con un beso?- dijo, con una voz gruesa pero suave, con una sonrisa en el rostro mostrando su dentadura blanca.

Amor de verano.Where stories live. Discover now