XXXVI. Un cartucho de 39 milímetros

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XXXVI.          Un cartucho de 39 milímetros

“No quiero problemas”, digo nervioso. “Solo vi el bote y pensé en usarlo.  No sabía que era de alguien”

El sobreviviente se me acerca lentamente con movimientos precisos.  Este tipo sabe usar el rifle que lleva encima.  Sus pasos son de alguien que ha entrenado a caminar sosteniéndolo.  No es alguien improvisado.

“No quiero problemas”, repito un poco más fuerte. El sobreviviente sigue avanzando y no me dice nada.  Ahora que está más cerca lo veo un poco mejor.  Es un hombre maduro en buena condición física.  Está claro que este señor entrena.  Debe de haber sido militar para tener esa disciplina.  No obstante, no viste uniforme.  Y está solo, lo cual no es normal para los militares hoy en día, que por el contrario andan en patrullas.  No se aventuran a la ciudad solos.

Si tuviera que apostar diría que se trata de un renegado.  Un oficial que huyó del ejército y se vino a vivir por su cuenta a este extremo de la ciudad.  Eso no son buenas noticias para mí en lo más mínimo.

“No bajes las manos”, el sobreviviente por fin dice algo mientras sigue avanzando.

“Lo siento.  No fue mi intención invadir tu espacio... Es que debo interceptar un velero.  Necesito meterme al mar de alguna manera y ponerme en el camino de un velero que pasará por ahí...”, comienzo a explicar y bajo la mano izquierda para señalar al mar.  El sobreviviente toma eso como una amenaza.

Sin mayor aviso, jala el gatillo y me dispara.

Su rifle expulsa un cartucho de 39 milímetros que no me impacta directamente.  Eso me habría matado de inmediato.  Me da de costado, pero aún así es suficiente para abrirme una herida grande, por la cual sale sangre a chorros.  Caigo de espaldas al suelo.  La cabeza me da vueltas y la tentación de dejarme llevar y cerrar los ojos es demasiado grande.  

No es la primera vez que recibo un balazo.  Ya antes he sido víctima de disparos.  Pero nunca antes había dolido como esta vez.  Nunca antes me había tumbado al suelo.  Nunca antes.

“Lo siento”, me dice el sobreviviente dando un par de pasos hacia mí sin dejar de apuntarme. “Te dije que no bajaras las manos”

Yo estoy en el suelo tirado boca arriba.  Por supuesto que es una posición dolorosa porque tengo una mochila pesada a la espalda.  Hago un esfuerzo por girar y termino echado sobre mi lado izquierdo.  Esto deja la herida abierta al aire, la cual está al lado derecho de mi torso.  No quiero verla.  Sé que si la veo me desmayaré.  Pongo la mano derecha sobre la mayor parte de la herida.  Todo lo que puedo cubrir con la mano, que no es todo.  Estoy seriamente herido.  No creo que sobreviva sin asistencia médica de algún tipo.  Primeros auxilios.

El problema es quién me dará esa asistencia.  Este hombre claramente no tiene intenciones de salvarme.  Tiene sus propios problemas.  Después de todo, a pesar de haberme derribado me sigue apuntando con su rifle.  Eso de alguna manera me molesta.

“¿Por qué?”, pregunto. “Yo solo quería... Yo solo...”

“Oh, vamos”, me responde molesto. “¿Has escuchado las explosiones? Tienes que haberlas escuchado.  Algo está pasando allá y será cuestión de tiempo antes de que esos dementes vengan.  O para que la Horda llegue”

La Horda.  Es cierto.  Debe estar cerca.  Si estoy aquí para cuando llegue seré alimento de zombies.

“¿Y el bote...?”, pregunto enfocando mi vista en él.  Necesito unos cuantos segundos.

“Cuando llega la Horda una vez al mes me voy remando mar adentro y espero a que pase.  Luego regreso”

Baja un poco la guardia y duda.  En ese momento sé que ha llegado mi ventana de oportunidad.  Que si no hago algo en ese mismo instante, estaré muerto.  La Horda viene y él no me llevará en su bote, porque ahí tiene provisiones para una sola persona.  Además, como estoy, moriría en un día a lo mucho.  Si quiero sobrevivir a esta situación, tengo que hacer algo drástico yo mismo.

Giro mi cuerpo, revelando que mi mano izquierda -que había estado cubierta por algunos segundos- está sosteniendo mi pistola.  Antes de que el sobreviviente pueda reaccionar, la levanto y la disparo varias veces contra él.  No sé cuántas balas efectivamente le aciertan, pero deben de haber sido varias, porque él se desploma hacia atrás.  Cae fuera del muelle y un salpicón de agua salada me indica que ya no debo preocuparme por él.

Por lo que debo preocuparme ahora es por el sonido que hicieron mis disparos.  Eso atraerá zombies.  Y sé que hay muchos cerca.  Debo tener unos cuantos minutos antes de que estén aquí.  Y en la condición en la que me encuentro no tengo muchas opciones.

Me comienzo a arrastrar hacia el final del muelle.  Hacia el bote a remos.  Hacia mi destino original.  Conforme avanzo voy dejando un rastro de sangre.  Sé que debo tratar esa herida yo mismo.  Que debo vendarme y hacer algo al respecto.  Pero no tengo tiempo.  Los disparos han atraídos muertos vivientes que escucho que se acercan.  Sé que vienen y que caminan como pueden hacia mí.  Que han olido la sangre y que eso los ha inquietado.  Si llegan hasta donde estoy no habrá salvación.

Me arrastro por lo que me parece una vida entera.  Un tiempo que se me hace eterno.  No solamente escucho cada vez más cerca a los cadáveres que se mueven, sino que además cada vez mi herida me duele más.  Ni qué decir del mareo que es cada vez más fuerte.  En cualquier momento me puedo desmayar, algo que no debo permitir.

Cuando llego al final del muelle, me quito la mochila y la arrojo como puedo dentro del bote.  Esa sola acción me deja doliendo todo el cuerpo a niveles que no sabía que podía sentir.  Nunca antes en mi vida había sentido dolor tan profundo.

Luego me arrastro dentro y con mucho esfuerzo me siento en la tabla que atraviesa transversalmente al bote.  Levanto la mirada y veo que hay zombies ya a la mitad del muelle.  Debo remar para salir de ahí pronto o seré comida.  Todo habría sido por gusto.

Desato la soga que nos sostiene y comienzo a remar.  Cada vez que los remos dan una vuelta yo sufro.  Estoy llorando.  El dolor es cada vez mayor.  No pensé que llegaría a dolerme más, pero ése es el caso.

Cuando estoy a varios metros del muelle paro y decido evaluar mi situación.

Requiem por LimaWhere stories live. Discover now