Capítulo 31 💘

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Eros invitó el almuerzo en el mismo hotel y luego me dejó en mi departamento, como todo un caballero

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Eros invitó el almuerzo en el mismo hotel y luego me dejó en mi departamento, como todo un caballero.  Casi olvidé lo insoportable que podía ser a veces, la clave estaba en el "casi".

Jane no me dirigió palabra alguna al llegar, se había enojado y me lo estaba haciendo saber.  Por fortuna, Fran me ayudó a mantener mi coartada, diciéndole que estaba en su casa, ya que me habría sido muy difícil explicar que acabé en un hotel de cinco estrellas, administrado por una diosa griega, gracias a la amabilidad de otra deidad.

Para mantener sólida su mentira, mi amiga le explicó a mi hermana por teléfono que yo no quería hablar con ella, y desconocía los motivos, con el fin de justificar el por qué no atendía el llamado. Era una buena excusa, que también había ayudado a empeorar su ánimo.

Sabía que debía decirle la verdad, era el momento perfecto, pero cuando su molesta mirada se encontró con la mía, me acobardé.

—¿Y bien? —Insistió, al ver que no decía nada.

—Yo... Olvidé algo en casa de Fran, tendré que volver.

Jane puso los ojos en blanco.

—Haz lo que quieras —espetó.

Ya que mi aventura nocturna me había dejado sin batería, no pude anunciar mi llegada.  Me limité a arreglar mi maquillaje,  y peinar mi cabello, antes de tomar el bus usando el poco dinero que me quedaba.

La casa de Fran quedaba a una hora de viaje a pie, y unos cuantos minutos usando la locomoción colectiva.

La jefa de hogar me recibió con una sonrisa, y me dejó pasar. Su hija me esperaba en su habitación.

—Sabía que vendrías —dijo, tan pronto me vio entrar.

—¿Por qué? —pregunté.

—Porque anoche tuve que mentirle a tu hermana diciendo que estabas aquí y cuando te llamé, tu teléfono estaba descargado.  Dime que no estas metida en otro problema con dioses griegos, por favor —suplicó.

—Creí que te gustaba la idea —señalé.

—Me gusta la idea de tener las flechas de Eros de nuestro lado y que la sangre divina corra por mis venas —repuso—. No me gusta que mi mejor amiga ande por ahí ofreciendo su alma al diablo.

Me pregunté si era capaz de notar la contradicción que había en sus palabras.

—Fue un trato con un dios, no con el diablo —corregí.

—En este momento no veo la diferencia —replicó—. Además, dicen que hay uno de ellos ahí abajo, en el Inframundo.

No, definitivamente no era capaz de ver la diferencia.

Decidí que lo mejor era ser directa con ella. Hasta el momento, me había demostrado que podía confiar en ella, y su actitud frente a los últimos acontecimientos resultó ser mucho mejor que la mía.  Confiaba en que reaccionaría bien frente mi secreto.

Cupido por una vez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora