Dedicado a karina19022003
Escogí unos jeans gastados y una polera básica con una camisa a cuadros abierta que recordaba tener en mi armario. Los invoqué junto a mis zapatillas, y me cambié en la comodidad de la casa de Eros.
Una vez que estuve lista, convoqué al dios, llamándolo por su nombre.
Nos transportamos detrás de unos arbustos que rodeaban mi casa, para que nadie nos viera salir de la nada, aunque con menudo desastre, dos jóvenes apareciendo por arte de magia, sería el menor de los problemas.
No sabía bien qué esperaba encontrar. Creo que guardaba la esperanza de que la policía ya hubiera llegado, pero no fue así. Lo que me encontré me dejó pasmada.
Mi papá estaba borracho afuera de la casa, gritando tantos improperios que recé porque no llegarán a los oídos de Vanessa, mientras pateaba la puerta de entrada. A un costado, había una ventana rota, que de seguro él mismo quebró arrojando piedras, como ya lo había hecho muchas veces antes. Estaba tan mareado que no podía entrar por aquella abertura, por fortuna.
Me pregunté dónde estaba mi mamá, pero de seguro todavía se encontraba en el cerro, recolectando bayas. A juzgar por la hora no tardaría mucho en bajar y cuando lo hiciera, el verdadero caos iba a desatarse.
Mi primer impulso fue correr a gritarle un par de verdades a mi padre, pero Eros me detuvo.
—Espera, Atea está sobre su cabeza —advirtió.
—¿Quién? —inquirí.
—Es la diosa de la fatalidad, solo sabe crear discordia entre dioses y humanos. Fue desterrada del Olimpo y condenada a vagar sobre las cabezas de los hombres. Provoca el caos donde quiera que esté. Es mejor que esperemos a sus hermanas para que limpien este desastre.
—No tengo tiempo para eso —reclamé.
—No, Liz. Es peligroso que te acerques. Atea te puede llevar a cometer acciones impulsivas, engañarte y hacerte perder la razón, igual que tu padre en estos momentos —expuso.
—¿Y qué pretendes? ¿Qué me quede aquí parada? ¡Eros, hay una niña ahí dentro!
Eros apretó los puños, analizando la escena.
Mi papá arrojó otra piedra a la ventana que acabó por romperla, haciendo que mi rabia aumentara.
—Espérame aquí —ordenó Eros—. Iré a echar una mano para que la policía llegue más rápido, todavía están lejos y tardarán demasiado. También buscaré a las Litaí, las hermanas de Atea, para que limpien este desastre.
Era un buen plan, pero no confiaba con que pudiera contenerme mientras él iba y volvía.
—¿Puedo ayudar? —cuestioné.
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Cupido por una vez
Teen FictionCuando Elizabeth Sagarra descubre que el hombre del cual estaba profundamente enamorada se ha convertido en su nuevo cuñado, se aferra a su mejor y más tóxico amigo; el alcohol. Perdida en sus adicciones, ofende a gritos al dios griego del amor, qui...