10

40 2 3
                                    


Caminar derrotado por las calles de la ciudad de regreso a casa siempre ha tenido un morbo descarado. Vacío sin saber a dónde ir, porque sabes que en tu hogar todo irá peor, apostar a ganar sin darte cuenta lo que pierdes, apostar a perder sabiendo bien que tienes mucho que ganar.

Con resignación estúpida, acepto que he perdido, que lo quise, que lo quiero y que no hay salida para dejar de quererlo.

Sin importar perderlo todo, le sigo dando hasta lo último que puedo ofrecerle, con un cigarro que compré suelto, y una tristeza que no se irá; lo sigo esperando, aun sabiendo que no llegará.

La esperanza pasa, me deja un café para que pueda soportar los minutos interminables. Los que me ven no saben si estoy triste, o si mi felicidad sólo está un poco ausente. Veo la cara del mesero queriendo ayudarme, pero estoy solo y no podrá hacer nada.

Nadie tiene la culpa por ofrecer, la culpa la tiene siempre el que cree, el que se atreve a retar a la vida y querer cambiar el destino de ser eternamente triste.

No te culpo, la culpa es mía como siempre lo será, a toda hora y en todo lugar. Regreso a los arrabales a sentirme miserable y convencerme que mereces algo mejor que un poema triste en una hoja de libreta sucia.

Me pude convencer que te podía regalar parte de la felicidad que hacías nacer en mí, pero de nada servía si cuando ves la realidad me desprecias. Te pido una disculpa, e intento dibujarte una sonrisa, pero estoy sin fuerzas, discúlpame de nuevo por ser tan débil.

Te ofrecí mis manos, sin saber si querías tomarla; te ofrecí salvarte, sin saber si lo necesitabas; te ofrecí un mañana, sin saber si un futuro junto a mí es lo que quieres.

A pesar de todo, sigo al pie de tu ventana con un manojo de esperanzas marchitas esperando que me aceptes en tu vida, porque sí, te quiero, estúpidamente a mi modo. Y sólo lo siento, disculpa por atreverme a soñar contigo. 

Lo que nunca te dije -Ryden-Where stories live. Discover now