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Al día siguiente, le despertaron unas pequeñas caricias en el rostro y abrió los ojos con más pesar que de costumbre, tardando en habituarse a la luz de la lámpara, pues la persiana continuaba bajada. Observó la sonrisa de Agoney y la separación en sus incisivos, y cerró los ojos al escuchar una pequeña risita que se coló en sus oídos.

- ¿Qué hora es? - Susurró, pasándose las manos por los ojos y bostezando.

- Las 9. - Susurró de vuelta el canario, con los labios a escasa distancia de su oído. - Tenemos el AVE de vuelta a la 1. - Raoul sintió un pellizco en el pecho al recordar que les tocaba volver a la rutina después de aquellos días. - Pero tenemos que quedar con Álvaro para devolverle la tarjeta, ducharnos, desayunar...

La respiración del moreno chocaba contra su oreja y le producía un contraste tan apetecible que se giró con tal de quedar más cerca de él, pasando una de sus manos por el muslo del chico, subiendo hasta posarse en su cadera.

- Mmm, pero es muy pronto todavía. - Remoloneó, esbozando una media sonrisa. - ¿No tenemos nada más que hacer?

Agoney se quedó callado, aguantando la respiración unos segundos sin dejar de mirar la carita adormilada del catalán. Estiró su mano hasta alcanzar la cajita que reposaba sobre la cama contigua y la posó justo al lado de una de las manos del chico, aún en silencio. Raoul abrió los ojos para descubrir que era aquello y ahogó una exclamación al ver la caja de preservativos.

- Había una máquina expendedora, y no sabía si todavía querrías hacerlo hoy, pero bueno, que lo tienes para otras veces o para otra persona o-

- Sí.

- ¿Sí qué? - Preguntó Agoney, apoyando las manos sobre sus propias piernas e incorporandose para quedar de rodillas sobre el colchón. Raoul apartó la caja y se sentó, cogiendo la nuca del canario y acercando su rostro al propio. - Vale, lo capto, pero lávate la cara y los dientes, que estás recién levantado.

- Qué romántico. - Bufó Raoul, separándose de él y bajándose de la cama.

- La confianza da asco, amigo. - Rió el canario, observando el cuerpo de su mejor amigo desaparecer por el baño y suspirando levemente cuando se quedó a solas.

Jugueteó con sus dedos sobre la cama deshecha y se mordió el labio recordando la noche anterior, aún sin mucha idea de qué narices le había sucedido al catalán para comportarse de aquella manera, pero tampoco se iba a quejar, él mismo le había dicho que no había nada más que dos mejores amigos que jugaban, ni Raoul le estaba usando, ni él era tan estúpido.

No le dio tiempo a indagar mucho más en aquellos pensamientos, Raoul salió del servicio con la cara mucho más despejada, el flequillo aún cayendo sobre su frente, pero algo mojado y con el mismo vestuario con el que se había dormido, los calzoncillos.

Agoney tuvo que respirar hondo antes de sentarse en el borde de la cama y esperar con una sonrisa a que el catalán se sentase sobre sus piernas, agarrándose a su nuca mientras el canario lo hacía a sus caderas e impulsándose hacia él para terminar tumbado sobre la cama con el más joven encima suyo.

- Estoy nervioso. - Reconoció Raoul con un pequeña risa sobre los labios del canario, que esbozó una sonrisa mientras subía sus manos a lo largo de toda la espalda del menor. - Mucho.

Las manos de Agoney volvieron a bajar suaves, elegantes, sutiles, relajando cada terminación del chico mientras susurraba que no pasaba nada, que irían poco a poco.

- Todos tenemos una primera vez, ¿sabes?

- ¿La tuya fue desastrosa? - Preguntó el rubio mientras sus manos recorrían el abdomen del canario, erizando su vello. Cuando Agoney asintió, sintió que se relajaba un poco y descendió el rostro hasta lograr besar los labios de su amigo, con lentitud, entreteniéndose en conocer al fondo aquella lengua que se enredaba con la suya a la misma velocidad, sin correr, como le había dicho.

¿Y si probamos nosotros? | RagoneyWhere stories live. Discover now