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El domingo por la mañana, Miriam recibió una llamada de sus padres pidiéndole que adelantaran su viaje a Galicia porque su tío había enfermado. Se despertó con la noticia y así se la hizo saber a sus amigos, mientras desayunaban.

- Así que yo me voy a ir hoy, chicos, prefiero tener unos días para preparar todo.

Amaia alzó la mirada hacia ella, engulliendo la tostada.

- Yo me voy contigo, entonces.

- Si quieres quedarte no importa, de verdad.

- ¡Miriam! Pero si es el primer año que vamos a pasar las navidades juntas, ni de coña me quedo aquí. - Sonrió la menor, ganándose un beso en la mejilla de Miriam.

- Pues podríamos irnos todos ya. - Habló Agoney, que aún estaba medio dormido. - Total, no tenemos mucho más que hacer por aquí, y así yo me cojo los billetes para irme a Adeje.

- ¿Te vas a ir? - En ese momento, Raoul quiso que la tierra le tragase por ser tan impulsivo, pues no pudo frenarse antes de preguntar aquello, pero es que realmente le sorprendía, pues sabía lo mucho que odiaba el canario viajar. La mirada del moreno se posó en él durante unos segundos que para el rubio resultó ser una eternidad.

- Sí, me vendrá bien pasar un tiempo con mi familia.

Después de eso, nadie más volvió a intervenir y terminaron de desayunar en silencio, solo interrumpido por pequeñas conversaciones entre algunos.

- Entonces qué, ¿preparamos para irnos? - Preguntó Nerea, recogiendo su vaso.

- Como queráis, yo me quedaré aquí así que... - Raoul se encogió de hombros, apoyado en la encimera.

- Bueno, pues mejor lo hacemos así, ya habrá tiempo para más fiestas en la mansión. - Sonrió Alfred, dejando una sutil caricia en la mejilla del rubio.

- Vale. - Asintió él, tamborileando con sus dedos sobre la encimera. - Haced lo que queráis. - Suspiró, apartándose y dirigiéndose a las escaleras.

- No te enfades... - Protestó Alfred, yendo detrás y frenándole.

- No me enfado. - Contestó el rubio, evitando su mirada. - Me jode, porque era un fin de semana que podríamos pasar todos juntos antes de separarnos en navidades y queréis acortarlo, es solo eso.

- Eso y que te acojona que sea la última vez que vas a tener a Ago tan cerca, ¿verdad?

Raoul le miró mal, zafándose de su agarre y en seguida se sintió terriblemente injusto. Estaba pagando su enfado con la única persona que le entendía en esos momentos.

- Tienes razón, - rodó los ojos. - como siempre.

- Pues déjame que te diga pero ambos sois del mismo grupo, así que no va a ser tan horrible.

- Sí que va a ser tan horrible porque la gente está acostumbrada a vernos pegados, ¿qué pasará cuando dejemos de hablarnos del todo? Joder, Alfred, yo no estoy preparado para perder a mi mejor amigo. - Suspiró, bajando la mirada.

- Deja que el tiempo diga todo, ¿vale?

- Claro, como siempre, pero si encima lo adelantamos forzando que os vayáis ya... Joder, que se va a ir a Adeje y tú tan bien como yo sabes que odia viajar y que no iba a moverse de aquí estas navidades... Si hasta habíamos hablado de que pasara la Noche Vieja aquí en Montgat. - El rubio ahogó un sollozo y Alfred suspiró, acariciando su espalda.

Odiaba ver a Raoul en aquella situación, nunca le había visto tan afectado por algo, y era duro, porque a pesar de ser uno de sus mejores amigos, tenía que mirar objetivamente y recordarle que era él mismo quien la había cagado. ¿Pero quién era él para hundir aún más a una persona que se estaba abriendo para él? Decidió darle un simple abrazo y un toquecito en la nariz y ambos se dirigieron a la habitación, Raoul para ducharse y Alfred para preparar la mochila con las cosas que se había llevado.

¿Y si probamos nosotros? | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora