De platinium, azabaches, y rascarse las pulgas, va la cosa...

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 De platinium, azabaches, y rascarse las pulgas, va la cosa... 

—Te queda... ¿bien?

—Cómo te rías, te mato.

—No, estás... ¿diferente?

—Sí, muy graciosa. Sigue ayudando.

—En serio, te veo... ¿guapa?

—Quieres dejar de una vez la tontería, morena. No vuelvo a ir a la mierda peluquería esa en mi vida. Seguro que lo hizo aposta la guarra esa.

—Anda, rubia, perdón, lima-limón.

—No me jodas, ¿se me está poniendo verde?

—No, es broma. Pero deja el espejo ahí quieto, no te mires todavía.

—No me jodas, no me jodas... ¡me cago en la peluquera y en todas sus tijeras!

—No está tan mal, Cleo. He visto cosas peores. Podrían habértelo dejado naranja.

—Claro, siempre podría ser peor. Ahora solo parece que me he duchado con cloro nada más. ¡Qué tengo el pelo verde, Jean!

—No es verde, es... clorofila desteñida.

—Si sigues riéndote te hago de comer el ordenador. Y no es broma.

—Venga, va. Siéntate, vamos a descargarnos un poco las energías negativas escribiendo la columna de esta noche, hasta te dejo que cambiemos los papeles como lo hicimos la otra vez: tú el poli malo y yo la buenorra, ¿vale?

—Ya, y lo harás por puro altruismo y porque me quieres mucho, no tiene nada que ver con que la jefa te haya metido cizaña con eso de no publicar críticas literarias y solo hablar del unicornio ese que vive en tu lóbulo frontal, ¿no?

—Ves, ya lo estás haciendo. Así me gusta, rubia... verdosa.

—¡Yo quiero mi pelo de vuelta! Mis mechas, el dorado, el rubio, ¡lo quiero!

—A ver, rubia, el color del pelo solo es color nena, nada más. Eres quién eres no porque tengas tirabuzones o mechas californianas. Si ser rubia o morena interfiriese algo a la hora de escribir, créeme, más de una tendría problemas.

—No sigas por ahí, morena. No tengo ganas de discutir eso otra vez contigo...

—Ni yo. Pero, ya que has sacado el tema...

—Has empezado tú.

—Ya que has sacado el tema, y no me interrumpas, creo que tengo derecho a dar mi punto de vista en condiciones, eso es todo.

—Pero si te pasas todo el pajolero día dando tu punto de vista sobre todo, nena. Y sin que te lo pidan además.

—Ignoraré eso porque tienes el pelo verde y no me apetece hurgar en la herida, y volviendo a lo de antes, ¿qué cojones tendrá que ver el culo con los pantalones? Si eres rubia y escribes algo subido de tono ventas aseguradas, si eres morena y lo haces, cuidado, es porque estás más sola que la una y buscas atención, y como no estés buena, mejor ni sacarlo.

—Yo no he dicho eso, lo que dije fue que una cara vende, y si va acompañada de un culo, más, y si encima lo adrezas con textos cargados de hormonas, ya te sales.

—No, no, rubia. Dijiste que, y cito textualmente: si esa fuera morena y no estuviera cañón, seguro no vendería tantos libros cómo teniendo estas tetas y esa melena rubia a lo Pamela Anderson en sus buenos tiempos.

—Si me vas a citar al menos hazlo en condiciones, porque yo nunca utilizaría en una misma frase a la Pamela junto a nada meramente literario. Dije que, y me cito a mí misma, si viéramos la cara de cada escritora antes de leernos un libro, y resultara que fuera guapa, rubia y todo eso, seguro resultaría más atractivo que si leyéramos algo tras ver que su autora es morena, de mediana edad y con juanetes en los pies.

Vaya par de gemelasWhere stories live. Discover now