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Odiaba aquel sitio. La luz artificial, los olores a comida y sudor, el ruido constante, la gente. Absolutamente todo. En realidad odiar era quedarse corta. El sentimiento que le despertaba era mucho más intenso y primitivo. Todo lo que ese lugar y ese trabajo le generaba a ella era desagrado, malestar, aborrecimiento.

Llevaba dos meses cubriendo una baja de maternidad como responsable de cuentas y agradecía que solo le quedasen dos meses más para poder irse. Cualquiera en su misma posición hubiese deseado que esos dos meses se alargasen hasta el infinito con tal de poder seguir trabajando. Se sentirían afortunados, pero ella no. Ni siquiera el trabajo era interesante. Leía emails de clientes quejándose por la falta de piezas, algún defecto o el retraso en un envío y ella se limitaba a darles largas hasta que el cliente se cansaba.

Para Emily, trabajar en Hankell's & Co. suponía todo un reto al que debía enfrentarse todas las mañanas. El edificio se encontraba en un pésimo estado, sin calefacción, por lo que en los meses que llevaba ahí trabajando tenía que vestirse como si fuese a trabajar en el Polo Norte. Aunque fuera hiciese un tiempo estupendo, ese edificio se mantenía ajeno a los primeros rayos de sol de la primavera. Era como trabajar en un congelador y ella no soportaba el frío.

Bastante frío pasaba en su casa por las noches. Desde que había comenzando en ese lugar, sentía que la temperatura de su cuerpo había descendido varios grados. Tenía todo el día los pies y las manos congelados. Por mucho que se pusiese guantes o colocase bolsas de agua caliente en los bolsillos, la temperatura no subía. Bebía té constantemente, lo que hacía que fuese al baño constantemente.

En un principio pensó que tal vez se debía a la mala orientación del edificio, luego consideró que durante la construcción había ahorrado costes eliminando capas de aislante, empleando las más finas que existiesen. Llegó a plantearse que era todo una estrategia del dueño del edificio el no tener calefacción para conseguir echar a las cuatro empresas que compartían sede, ya que ninguna de las empresas se podría definir como próspera. Finalmente llegó a la conclusión que ese edificio era el reflejo de esas mismas cuatro empresas: decadentes, grises y sin ningún buen futuro a la vista.

En la planta inferior se situaba una imprenta que no atraía ni a los propios vecinos de edificio, que preferían hacer los encargos en cualquier lugar menos en ese. El personal no ayudaba a ello. Gente amargada. Como ella, pensó Emily.

Las dos siguientes plantas estaban ocupadas por el trabajo Emily, una empresa de suministros de todo tipo. Tantos y tan variados suministros tenían que nadie era capaz de decirle una cifra exacta, de lo cual se enorgullecían, incapaces de comprender que toda aquella variedad no era algo bueno. Cuando alguien necesitaba sustituir algún plomo eléctrico, acudía a una empresa eléctrica. Y no a una que vendía, entre otras cosas, papel higiénico, lejía y bolsas de tela.

En la siguiente planta se situaba una empresa de seguros con más de 30 años de experiencia. Por desgracia, al jubilarse el antiguo dueño, las cosas habían empeorado. La gente joven no pensaba en hacerse seguros de vida, y los seguros médicos que los ancianos habían contratado por un muy bajo coste años atrás, eran en la actualidad insostenibles. Por lo que ella había escuchado en los pasillos, se esperaba que cerrasen en cualquier momento.

Ese cierre, que no afectaba en ningún modo a la empresa de suministros, provocaba que sus trabajadores se sintiesen nerviosos, pues consideraban que el cierre de una de las empresas de ese edificio provocaría un efecto dominó y todas acabarían cerrando. No tenía lógica, y Emily pensó que para el tiempo que ella iba a estar ahí no merecía la pena encontrarla.

En la última planta se situaba un despacho de abogados. Las pocas veces que había coincidido con alguno de los abogados, o incluso clientes, le hacía sospechar que no se trataban de abogados "de los buenos". Lavado de dinero, drogas, prostitución... No sabía exactamente qué, pero intuía que no se dedicaban a nada bueno.

La hija de la venganzaOnde histórias criam vida. Descubra agora