Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
03 de Mayo de 1628
Sir William se encontraba sentado detrás del amplio escritorio, con la misma silla de cuero.
Su cabello estaba más blanco y parecía ligeramente más bajo de lo que Gracia recordaba, pero parecía seguir teniendo el mismo carácter amargo y aire peligroso.
—Pero, ¿qué tenemos aquí?
La voz de Sir William navegó por la habitación, deslizándose en los estantes de libros a su derecha y acariciando las cartografías a medio hacer a su izquierda. Gracia sabía, de primera mano, que no debía confiar en la suavidad de aquella voz. Cualquiera podría pensar que estaba siendo amable, que les estaba dando un recibimiento cálido, pero ella sabía que no era así.
Las rodillas de Gracia temblaban. Agradeció mentalmente a sus pantalones de lino holgados, así aquel temblor no revelaría el miedo que sentía realmente. A pesar de sus doloridos brazos, apretó aún más a Isaac, quien dormía tranquilamente, ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor.
No logró pronunciar palabra. En cambio, levantó la barbilla en ese gesto desafiante y orgulloso que tenía cuando se sentía amenazada.
Mostrar debilidad no era algo típico de ella. Las únicas personas que conocían esa faceta suya eran Zaid y Ana, no estaba dispuesta a ceder ante un hombre como William.
El anciano se levantó lentamente. Gracia sospechó que algo le dolía, pero no estaba segura, sabía disimularlo muy bien. Tenía más arrugas de las que ella recordaba y se veía más delgado que antes. En serio, ¿cuántos años han pasado en esta era? Basándose en la apariencia y la casi imperceptible renquera de Sir William y el cabello entrecano de Connor, imaginó que al menos habían transcurrido diez años para ellos.
Comenzó a acercarse a ellos con la mirada fija en la suya. La luz de las velas, colocadas en algunos lugares de la habitación, le daba al hombre un aspecto siniestro, con sombras en las arrugas y los ojos. El miedo que sintió Gracia fue superior. Tenerlo a cada paso más cerca le hacía pensar en aquella vez que él se le echó encima para golpearla bestialmente.
Zaid, ¿por qué no estás aquí?
—¿Cómo has estado, querida? —Cualquiera que hubiera presenciado sus palabras creería que venía en son de paz, pero Gracia sabía que no era así.
La voz suave de Sir William usualmente anticipaba una tormenta.
El viejo seguía dando pasos deliberadamente lentos hacia ella. Ya se encontraba a menos de un metro de distancia.
Instintivamente dio un paso hacia atrás.
Sir William sonrió, satisfecho. Adoraba saber que provocaba miedo en los demás.
Gracia se maldijo en silencio. Se enfureció por haberle concedido el gusto y se obligó a mantenerse anclada al suelo.
El hombre siguió avanzando hasta tenerlo a escasos centímetros de su rostro.
