6. El antipático de mi novio falso.

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Tan compatibles como el agua y el aceite

La noche y el día pasaron demasiado rápido, estaba en la cafetería comprando unas papas y una gaseosa antes de ir a la biblioteca para cumplir el estupido castigo.

Mientras esperaba mi cambio sentí una mirada intensa en mi cuello. Miré por encima de mi hombro hasta que mi mirada tropezó con la de Jonathan.

Él estaba con Elena, estaban sentados a una mesa, rodeados de otros chicos y chicas, conversando. Vi a Robert pero él solo estaba con su móvil en silencio, los demás probablemente hablan de la fiesta del fin.

Jonathan hablaba con Elena pero me observaba fijamente a mi.

—Aquí está el cambio.

Volví mi atención al frente —Ah, sí, gracias...

Caminé hacia una mesa vacía y arrastre una silla, abrí la gaseosa y bebí un trago mientras trataba de observar con discreción a Jonathan.

Fue ahí cuando me sonrió y luego me señaló con el dedo y pasó la mano por la mesa, lentamente. Fruncí el ceño y lo siguiente que hizo fue acercarse a Elena para besarla y apretarle una teta. Jamás dejó de mirarme.

Elena lo abrazó, él le correspondió, la rodeo con los brazos, hasta que uno de ellos se alargó un poco en mi dirección, simuló apretar algo en el aire con la mano y luego la giró dejando la palma hacia arriba,  Elena daba la espalda en mi dirección así que no se dio cuenta de nada.

Y acaba de decirme en medio de señas raras que estaba plana como la mesa. No tengo un busto grande, es verdad, pero no me afectaba. Ni ahora ni cuando éramos novios y él se encargaba de tratar de hacerme sentir mal con mi cuerpo.

Es un idiota, esa era la verdad.

Puse mi mejor cara de culo y me levanté de la mesa hacia la salida, para esto debía pasar detrás de la mesa de Jonathan y Elena. Abrí mi botella de gaseosa y cuando pase al lado de Jonathan se la vacíe encima la sonrisa de imbécil que tenía desapareció y dio paso a un drama.

—¿¡Qué te pasa Madison!? —gritó poniéndose de pie con los brazos abiertos y pasándose la mano por el cabello.

Todos dejaron de hablar y nos miraron. Robert levantó la cabeza e hicimos contacto visual por un segundo.

Miré a Jonathan y llevé mis manos a mis labios en gesto de "Ups" —Ay, disculpa, no te vi, que distraída.

Todo su cabello y la parte superior de su camiseta estaba mojada.

—¡Lo hiciste intencional! Eres una odiosa —masculló.

Sonreí angelical —Ay, pero si solo fue sodita, no pasa nada.

La sonrisa se me borró cuando empezó a quitarse la camisa y exponer su abdomen y brazos fornidos totalmente húmedos por la gaseosa.

Todas las chicas y varios chicos enloquecieron, empezaron a silbarle y halagarlo.

Bien, no fue buena idea.

Iba a ser muy difícil hacerlo quedar mal o hacerlo pasar algún tipo de vergüenza.

Elena se puso de pie y se abalanzó sobre él para besarlo. Lo mejor era irme así que giré sobre mis talones y cuando di un paso adelante sentí como un líquido caía sobre mi cabeza.

Cartas con destino al cielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora