Día 1, miércoles

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—A mí no me engañas —masculló Lex, pululando a mi alrededor como una mosca—.

Estás huyendo.

Me lo dijo despacio y al oído, como si quisiera hacerme saber que podía contar con él para
cualquier locura.

Había rebasado la barrera de los dieciocho hacía muy poco y estaba feliz con su nuevo estatus de adulto dentro de la casa, aunque no tanto mis padres, que veían cada vez más lejano su acceso a Harvard después de llevar los exámenes a remolque durante todo el curso. Por otro lado, yo, Lena Luthor, a mis veintiocho años recién
cumplidos, estaba permitiendo que los nervios del viaje me dominasen; todo porque la ciudad de Nueva York siempre me producía esa inevitable sensación de pequeñez que
terminaba causándome dolor de cabeza.

—Acaba de llegar tu vestido de novia —
anunció mi madre con entusiasmo—.

Está colgado en la sala.

—Lo veré cuando vuelva —contesté casi con descuido—.

Ahora no tengo tiempo.

Repasé mentalmente el contenido de mi bolso de mano mientras ella terminaba de irritarse.

—Todavía no comprendo-por qué tienes que irte precisamente ahora

—se quejó por centésima vez—.

A falta de tan pocos días.

—No voy a volver a hablar de esto contigo

—'alegué, anticipándome a sus ganas de discutir—.

Entiende que solamente quiero
pasar unos días con Sam antes de la boda.

— ¿Has pensado en James? —contra atacó.

No creo que le agrade que te vayas sola.

—No le parece mal, pero, en cualquier caso, no necesito su permiso.

—Es complaciente —gruñó—.

Pero no estúpido. Y dejar solo a un hombre que está a punto de casarse no es muy inteligente.

—Por Dios, mamá, si quiere hacer algo a mis espaldas lo hará de todas formas —suspiré—.

Además, soy yo la que me marcho.

—Sabes bien que no me gustan las compañías de tu prima —sermoneó—.

Es libre de hacer lo que quiera siempre que yo no tenga que
presenciarlo ni conocerlo.

Lo que sí espero es que las cosas sigan tal y como están.

— ¿Están bien tal y como están?

— Están de la única manera posible.

— Le gustan las mujeres —me enfadé—. ¿Es ésa una buena razón para no poder venir a mi boda? ¿Es siquiera razón de algo?

— Cada quien hace su propio camino —concluyó muy seria—.

Y el suyo hace muchos
años que se separó del de la familia.

Mi madre, Lillian Luthor, se relamía con sus propias sentencias y no podía evitar llenarse de razón contra la que, en otros tiempos, fuese mi mejor amiga.

Sam y yo habíamos sido como hermanas, criadas y educadas juntas desde la infancia.

Leonardo Luthor, hermano menor de mi padre y agente diplomático en el este de Europa, había delegado en favor de mis progenitores la tutoría de su única hija, de modo que, durante muchos años y hasta su escisión familiar inexplicable, Sam había formado parte de nuestras vidas.

10 Días para Kحيث تعيش القصص. اكتشف الآن