Día 8, miércoles

335 37 4
                                    

Me desperté en la que había sido mi habitación desde niña, un gran cuarto con terraza orientada hacia la parte trasera de la finca.

Busqué a ambos lados de la cama y rocé el hueco que,  hasta la víspera, había estado ocupando Kara a mi lado. Imaginé en su lugar a James, durmiendo boca arriba (como siempre, en nuestra casa recién reformada de Beacon Hill donde viviríamos a la vuelta de la luna de miel).

La perspectiva me causó tanto vértigo que escapé de las sábanas en busca del móvil, vacío de llamadas, presagio del mismo agujero tenebroso que me empujaba directamente hacia el cajón de las recaídas. Escogí un par de pastillas en mi almacén de ansiolíticos y me las tragué, dispuesta a saltar, nuevamente, a la arena con los leones.

Sin prisa me duché, me vestí y bajé las escaleras hasta el comedor de la planta baja donde solíamos desayunar.

Cuando entré en la estancia, dos pares de ojos me examinaron a conciencia; yo evité la confrontación inicial para atenuar el impacto, pero el choque era, por completo, inevitable, así que me aproximé con la gallardía de quien ya no tiene nada que perder.

—Buenos días —exclamó mi padre satisfecho tanto por mi regreso como por su renovada tranquilidad—. Acompáñanos.

Me acerqué y también besé a mi madre antes de sentarme a la mesa. Ella me saludo con una modesta sonrisa, casi planeada, como una serpiente a punto de atacar su presa.

— ¿Qué tal el viaje? —continuó mi padre—. Anoche llegaste tarde. Casi no pudimos hablar.

—Bien —respondí escondiéndome tras la lechera de porcelana mientras me servía un
café—. Manhattan es tan diferente.

—Muy diferente —afiló mi madre intencionadamente—. A veces tan diferente que resulta raro, anormal.

Nos enfrentamos con una mirada fugaz.

Comprendí entonces que ella sabía algo, pero no el qué, ni cuánto, ni cómo lo había averiguado, así que hice lo único que me quedaba; nada.

— ¿Cómo está Sam? —preguntó mi padre—.

¿Sigue mi sobrina tan atolondrada como siempre o ya tiene alguna novia formal?

—Bueno, desde que lo dejó con Lisa no ha vuelto a tener nada serio —comenté tratando de ser discreta.

—La seriedad no está implícita en las relaciones, sino que forma parte de las personas —atacó nuevamente la señora Luthor—.

Las personas serias tienen relaciones serias, y los irresponsables tienen pavoneos y poco más.

—Vamos, Lillian, no seas tan obtusa — defendió mi padre—. Sam es una buena persona y algún día encontrará a otra buena persona. Es así de fácil.

—Como tu hija —aprovechó mi madre—.

Lena es una mujer preparada, atractiva y moderna que ha encontrado un hombre a su medida.

Ignoré sus comentarios mordaces y continué hablando distendidamente con mi padre sobre mi prima y Nueva York.

Después de mencionar tímidamente el supuesto viaje a Staten Island, llegamos a los preparativos de la boda.

—No has hecho tanta falta —me dispensó—.

Maggie Sawyer, la organizadora de la boda, es como una apisonadora humana. Tiene cronometrados hasta los imprevistos.

—No obstante, deberías probarte el vestido — intervino mi madre—. Faltaste a la prueba del lunes.

Nos desafiamos con otra mirada demoledora mientras el cabeza de familia, ajeno a la batalla, se despedía de nosotras rumbo a la constructora.

10 Días para KWhere stories live. Discover now