Día 10, viernes

572 52 14
                                    

Kara Zor- El se despertó esa mañana en una cama desconocida, en medio de una habitación igual de irreconocible.
Sentía pesadala cabeza y un sabor amargo en la lengua y la garganta, tan desagradable como para confirmarsus sospechas de haber vomitado en algún momento de la noche mientras caminaba por la calle encompañía de alguien a quien, ahora, tampoco recordaba.

Se frotó la cara y, al tratar de incorporarse, echó en falta sus zapatos y los pantalones, escrupulosamente doblados y colocados sobre una silla al lado de la entrada del cuarto.

Empezó a preguntarse cómo había llegado hasta allí cuando, al volver de nuevo lamirada hacia la puerta, encontró de improviso el rostro de una extraña.

— ¿Quién eres?

—Tu ángel de la guarda —contestó—. Me merezco el título después de lo de anoche.

Kara apretó los párpados tratando con todas sus fuerzas de reorganizar su memoria.

—Esa zorra intentó emborracharme. —recordó vacilante.

—No lo intentó; lo hizo.
Tuve que pelearme con ella para evitar que te secuestrara.

Aunque, al final, te las arreglaste muy bien sola. Tiene sus ventajas eso del full contact.

Kara arrugó el entrecejo.
—¿Cómo sabes que practico full contact?

La desconocida se acercó para entregarle los pantalones.

—Me llamo Sam —se presentó—, Sam Luthor. Soy la prima de Lena y esa, debajo de ti, es su cama de Nueva York.

Kara resopló nuevamente atrapada por mi inevitable presencia.

Se hubiese marchado de aquel piso de inmediato, pero su dueña, previsora, quiso negociar una conversación entre las dos antes de devolverle la cartera y las llaves que, previamente, le había sustraído de la chaqueta.

Kara se negó en redondo y entonces Sam, insistente, volvió a la carga.

— ¿Qué puedes perder?

La propuesta le recordó una de nuestras primeras conversaciones, aquella por la que terminó cruzando el país junto a una desconocida.

—Está bien —consintió—. Oiré lo que tengas que decir, pero, después, me devolverás lo que me has quitado sin condiciones. No voy a hablar de mi vida privada contigo.

Sam se tragó el orgullo y respiró profundamente comprendiendo la paciencia que las circunstancias exigían.

—Deberías saber que, gracias a mí, llegaste a conocer a tu querida Lena.

—No es mi querida Lena.

—Por favor, ni intentes convencerme de que no sientes nada por ella —insistió Sam—.

Desde que se marchó no vas a trabajar, ni al gimnasio; ni siquiera abres la puerta de tu casa y anoche te encontré en uno de los tugurios más peligrosos de todo Manhattan.

— ¿Cómo sabes todo eso de mí? —se enfadó Kara—. ¿Me has estado siguiendo?

—Sí, te he seguido —admitió Sam—, pero ya te conocía de antes.

Yo iba al Gymset cada día; sobre todo para verte.

Se entendieron a la perfección sin decir nada más; quizás tampoco resultaba necesario entre dos mujeres que conocían bien el significado de los silencios prolongados, la tensión que suponía no acabar de decirlo todo, como una cuestión abierta e interminable sostenida en el aire.

Kara se dio la vuelta dispuesta a escuchar y, con aquel magnetismo que aún seguía impresionando a Sam, pareció rendir honores a los sueños imposibles dejándose caer en una de las sillas de la habitación, donde el sol pegaba de lleno.

10 Días para KWhere stories live. Discover now