Capítulo 12.

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Todos los Malhore nos encontramos esta tarde reunidos al rededor del comedor, esperando la llegada de El mercader para el pago final de la deuda, sin embargo, contamos con un pequeño inconveniente. Nos faltan doscientos mil Tritens.

Mamá sostiene sobre sus piernas la mayoría de joyas que papá le ha obsequiado, pues luego de una fuerte y demorada negociación con él, logró convencerlo para dar aquellos objetos como parte de pago y de esta forma suplir el dinero faltante.

Tocan a la puerta y mi progenitor se apresura a abrir, es quien esperábamos. Se adentra saludándonos con una sonrisa, como si no nos hubiese amenazado nunca.
Sus ojos verdes están enmarcados con un par de ojeras que revelan su falta de sueño, aun así viste con la misma elegancia de siempre.

—No quiero hacer esta visita larga. Denme el dinero y me iré sin más.

Papá le enseña el volante de pago sin preocuparse en ser cortes con él, no obstante, este sujeto no duda en cuestionarnos al notar la cifra incompleta.

—Me deben tres millones de Tritens y quiero el dinero completo.

—Le pagaremos el resto con las joyas de mi esposa.

Mamá las extiende sobre la mesa con manos temblorosas. Las alhajas rayan la madera mientras son arrastradas hasta llegar al Mercader, quien las estudia con cuidado para calcular el valor total del tesoro que tiene enfrente.

—¿En verdad creen que eso vale doscientos mil Tritens? A lo mucho cubrirá cincuenta mil.

—No tenemos nada más que ofrecerle. En un mes fue todo lo que logramos conseguir.

—Entonces prepárense para enfrentar las consecuencias. Palkareth se encuentra en medio de manifestaciones y alguno de ellos puede volver a robar la perfumería o peor, incendiarla.

—Le pedí a oficiales de la guardia civil que la custodiara en el transcurso de esa reunión, así que no nos amenace con eso. —Le informa papá.

—Entonces no me queda de otra que cobrar la garantía del contrato.

—¿A qué se refiere? No hay otra garantía más que el dinero. —Alega mamá.

—Su hija. Liz Malhore. Ella es el respaldo —explica altivo —. Lo estuve pensando con Gastrell y nos pareció una excelente idea hacer realidad el matrimonio si ustedes no pagaban la totalidad de la deuda y como es obvio, no lo han hecho.

—Eso es imperdonable. Mi hija no es objeto de cambio y no va a raptarla de su hogar.

—Por favor, señor Malhore. Le estaríamos haciendo un favor al sacarla de Palkareth y de Mishnock en general, pues ya se ha corrido la voz de la vergonzosa situación en la que fue descubierta en Coldtenhew.

—¿Qué intenta decir?

—Hay niños presentes —comenta refiriéndose a Mia —, pero no lo digo yo. Es el rumor más comentado en la ciudad. Todos saben que su hija ya no es casta y el que alguien del nivel de Percival desee casarse con ella a pesar del poco valor que ahora posee, es más que un regalo para lo que ella en verdad se merece.

—¿Cómo se atreve a decir esa atrocidad? Mi hija no ha perdido su valor y usted tampoco es nadie para asignarle coste a la dignidad de mí una mujer. —Protesta mamá en un nivel de enojo superior a cualquier antes visto.

Mi hermana se mantiene en silencio, a pesar de la ira que refleja en su rostro, opta por no defenderse de aquel comentario machista.

—Vuelve a ofender a mi hija y le juro que no me controlaré. —Amenaza papá.

El perfume del Rey. [Rey 1] YA EN LIBRERÍAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora