Capítulo 23.

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—Señorita —Luena irrumpe en mi nueva habitación esta mañana mientras desayuno —. Remill, el sastre, la está esperando para entregarle los vestidos que ha creado para usted en su estadía en el palacio.

Ella me acompaña a la sastrería, en donde encontramos a la señorita Vanir en frente del espejo, probándose un par de preciosos vestidos.

—Emery, ¿cierto? —sonríe al verme llegar a través del reflejo.

—Siéntate un momento, querida. Ahora traigo tu ropa. —Avisa el sastre.

—Sí, ese es mi nombre. —Acepto, acomodándome en el sofá junto a Luena.

Admira en el cristal su figura en un vestido negro ajustado con pedrería, el cual indudablemente resalta su cabello rojizo y sus ojos ámbar claro.

—Ella es muy hermosa —le susurro a Luena.

—Es una de las grandes bellezas de Lacrontte. Quizás por ello se ganó el corazón del rey Magnus.

—¿Qué tal? —llama nuestra atención con aquella pregunta —¿Me veo como una reina o como la futura reina de Lacrontte?

—¿Usted está comprometida con el rey? —Pregunto.

—Aún no, aunque debería estarlo. Espero me lo pida pronto, porque lo merezco. Soy lo mejor que le pasará en la vida.

—Sí, luce como una reina.

—Lo sé y cuando tenga una corona sobre la cabeza me veré todavía mejor.

Es tan segura de sí misma que siento le quedaría muy bien el papel de soberana.

—Creo que deberíamos pasar a la lencería, Remill. Quiero sorprender a Magnus con tus creaciones.

El sastre me trae mis atuendos, mientras ella va a cambiarse de ropa con las nuevas confecciones.

—Te hice cuatro vestidos, pues me dijeron que ese era el tiempo estimado que estarías por aquí y te aviso que no es el estilo que tenía en mente. Son bastante sencillos porque me ordenaron que no gastara demasiado en ti. Puedes ir al otro probador y ver si hay algo que quieres cambiar.

Cada uno de los trajes es igual al otro, monocromáticos y con colores claros. Blanco, gris, rosa y celeste. Todos constan de mangas cortas y abultadas, siluetas amplias y un corte plano en el pecho, así que con solo medir uno, sé cómo me quedará el resto.

Cuando salgo, ya Vanir está sobre el pequeño podio circular en un conjunto de lencería blanco que se amolda perfectamente a su cuerpo, haciendo lucir de maravilla sus largas piernas.

—Tienes un estilo bastante simple —dice cuando llego a su lado para mirarme al espejo.

—En realidad así no me visto, pero igual están muy bonitos. Gracias, Remill.

—Creo que le dará un paro cardiaco a Magnus cuando me vea esta noche con esto.

—¿Lo piensas usar tan pronto? —cuestiona el sastre.

—No hay tiempo que perder. Mi deber es enamorarlo todos los días, además, hoy quiero sorprenderlo porque ayer estuvo de muy mal humor. ¿Algún consejo que quieras darme para esta noche? —Me pregunta —. Algo que quizás supongas que no he experimentado.

—¿Sobre qué?

—Sexual —explica con calma.

—No, ninguno. —contesto, intimidada.

—¿Y tú? —Se vuelve a ver a Luena.

—Yo nunca he tenido novio, señorita Vanir.

—Que hermosa al llamarme así. Le pediré a Magnus que te asigne como mi doncella cuando viva aquí. Ambas tienen un rostro tan angelical —Toma mi cara entre sus manos, detallándome —. Si algún día necesitan un consejo no duden en buscarme.

El perfume del Rey. [Rey 1] YA EN LIBRERÍAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora