Capítulo 33.

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Mi primera noche en el palacio ha resultado desastrosa. No he logrado dormir lo suficiente y solo cuatro horas de sueño me han acompañado. Cuando despierto, dos chicas están junto a la puerta mirándome con amabilidad. Una más joven que la otra.

—Buenos días, señorita —dice la mayor —. Soy Leslie y ella es Christine, somos sus doncellas.

Lo que me faltaba. Seguro Estará persiguiéndome de arriba a abajo como una sombra. Me atrevo a asegurar que es una excusa de Stefan para tenerme vigilada.

—No necesito doncellas, puedo arreglármelas sola. —Intento prescindir de sus servicios.

—Son órdenes de su alteza el príncipe Stefan Denavritz.

—De quien más —expreso al notar que no tengo otra opción que aceptarlas —. Soy Emily Malhore.

—Un gusto. Si hay alguna cosa que desee no dude en pedírnosla.

—Sí, hay algo —pido, aunque en el fondo sé que no debería verlo —. Pueden traerme el periódico de hoy, por favor.

—Como ordene, señorita —asienten, pero es una de ellas la que abandona la habitación.

Mi alcoba es todo un lujo. La cama es gigante y me siento perdida en ella. Los muebles son finos y cómodos, las mesas de caoba relucen en el sitio y las alfombras mullidas son suaves al tacto.

Observo en silencio como Christine se pierde en lo que parece ser un armario con mi maleta y un montón de vestidos más. Me levanto y voy hasta ella. Se encuentra acomodando en el perchero las prendas que jamás pensé usar y que ahora están disponible para mí.

—¿Querida, estás aquí? —escucho a Atelmoff al otro lado —. Me informaron que pediste ver el periódico.

—Así es. ¿Lo conseguiste? —Salgo para encontrarme con él.

—¿De verdad quieres verlo? Yo te lo puedo resumir —parece que quiere protegerme de las horribles palabras que seguro han lanzado hoy —. Se ha corrido el rumor en toda Mishnock que Stefan hizo todo ese revuelo para retenerte.

—No es un rumor entonces. Es la verdad absoluta.

—Sí, pero las personas lo ven como si Stefan hubiese perdido toda la cordura por ti.

Me quedo en silencio, procesando la situación. Puedo entender por qué las personas opinan eso, es justo lo que yo deduciría, pero me niego a creer que Stefan ha perdido todo raciocinio por mi causa.

—Todo el pueblo está convencido de que tienes en tus manos al próximo rey de Mishnock. —Agrega.

—¿No sería al revés? Yo soy la prisionera, no él.

—Emily, no hay peor prisión que amar a una persona y no tener libertad para hacerlo.

—Él hizo su elección y no fui yo. —Le recuerdo.

—Soy su amigo y sé que se equivocó, no fue valiente para luchar por ti, pero le está costando. Puedo asegurar que está afectado con todo esto.

—Aun así, no es justo que yo pague por sus malas decisiones. ¿Podrías mostrarme el periódico, por favor?

Suspira antes de extendérmelo.

—Bajo tu propio riesgo.

El rey Stefan es incapaz de alejarse de su primer amor.

El reportaje se me hace inmenso y detallado, pero debo admitir que mucha de la información es cierta.

El monarca Denavritz al parecer ya ha encontrado una mujer para convertirla en nuestra reina, sin embargo, no ha sido capaz de dejar a un lado a la plebeya Malhore, quien ahora reside en el palacio a causa del decreto 343, expedido hace más de un día, siendo ella la única joven en toda Mishnock que fue sometida a cumplir la orden.

El perfume del Rey. [Rey 1] YA EN LIBRERÍAS Where stories live. Discover now