Capítulo 35.

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Si pudiera elegir un día terrible, sería este.
No hay vuelta atrás y no hay nada que me libre de vivirlo. 

Los días han volado como los pájaros cuando se acerca una tormenta, y así de rápido también pasó la coronación de Stefan. Ahora es el rey de Mishnock y al igual que su padre solo sabe atormentar mi vida con el poder que posee. Y es debido a toda la rabia e impotencia que siento que, tras idear el plan de huida con Atelmoff, me he mantenido serena todos estos días, para así cumplir la fase más importante del objetivo: fingir que todo estaba bien. Lo cual, ha sido terriblemente difícil, pues la herida de mi corazón aún arde. Además, he tenido que soportar las miradas de desprecio de la princesa Lerentia y por supuesto sus indirectas.

Tuve que reprimir mis ganas de llorar cuando Stefan delante de su parlamento se arrodilló con un anillo en la mano y le pidió formalmente que fuese su prometida. Me estaba muriendo por dentro y aunque quise evitar estar presente, ella ordenó que yo estuviese allí.

El príncipe vino por la noche a mi habitación con sus miles de excusas, diciendo que no era algo que quería hacer, pero que debía realizar por protocolo. Tuve que aparentar que le creía y sonreírle aun cuando en el fondo me quebrantaba en pedazos pequeños. No puedo mentir, yo todavía quiero mucho a este hombre, por lo que cada respiración dentro de este palacio, tan cerca y tan lejos de él al mismo tiempo, me resulta asfixiante. Incluso esa noche lo felicité por actuar tan bien el papel que dice estar cumpliendo y le sonreí como si en verdad me alegrará, como si no me doliera el corazón, como si cada día aquí no me estuviese marchitando. Pero lo hago todo para escapar, porque me lo prometí y voy a lograrlo hoy: en el día de su boda.

—¿Puedo ser honesta, Atelmoff? —pregunto moviéndome debajo de las sabanas de mi cama y él asiente al otro lado de la habitación, muy cerca a la puerta—No puedo mentirme a mí misma. Me duele saber que hoy perderé para siempre a Stefan. Y aunque intento recordarme que después de todo lo que hay hecho, yo jamás podría haberle dado una segunda oportunidad, el corazón es terco y siempre piensa en que hubiera sido si… y se hace ilusiones. ¿Sabes?

—Él también está sufriendo por todo esto, Emily. Stefan no quiere a Lerentia y ella tampoco a él.

—Pudimos haber escapado. Encontrar una solución, pero prefirió herirme de la manera más cruel, enviar a mi amigo a la guerra y separarme de mis padres, secuestrarme.

Él suspira como si estuviese cansado de escuchar esto y no es algo de lo que hayamos hablado mucho, así que estoy segura de que es Stefan quien lo ha saturado con este lío.

—Si sirve de algo, no creo que por ahora ese matrimonio encuentre felicidad. Lerentia todavía quiere al rey Magnus y eso parece que no va a cambiar por el momento.

¿De qué hablas? Siento como si mi cuerpo se congelara debajo de una nevada al escucharlo. ¿Quiere al rey Lacrontte? ¿No se referirá a su primo?

—Creo que te equivocaste. El novio de la princesa Lerentia era el rey Gregorie.

—Yo jamás me equivoco. La señorita Lerentia guarda sentimientos por Magnus. Incluso antes de casarse con Stefan ya había terminado su relación con el soberano de Cromanoff a causa de lo que siente por el otro Lacrontte.

¡¿Qué?! ¿Eran amantes? ¿Pero acaso él no dijo que jamás tendría una? ¿Mintió?

—Jamás tuvieron nada, por si te lo preguntas. —Aclara, como si pudiera leer mi mente—. Tal parece que la cabeza de Lerentia se hizo ilusiones sola.

Me toma más de un minuto procesar lo que dice. Y es que, ¿cómo debe sentirse el rey Gregorie al saber que su prometida le terminó porque se enamoró de su primo? ¿Cómo ella pudo hacer algo así? Los dos Lacrontte son muy unidos y a pesar de su extraño comportamiento, como el de dispararse entre sí, parecían quererse. ¿Se habrá roto su relación?

El perfume del Rey. [Rey 1] YA EN LIBRERÍAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora