VII. SIEBEN

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FREY

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FREY

Fue solo una pesadilla.

Frey repitió esa afirmación en su mente cada vez que recordaba la pesadilla de la noche anterior. Tenía mucho tiempo sin tener sueños vividos, al parecer, su pequeño descanso de ellos había llegado a su fin de una forma inesperada y extraña.

Frey había soñado con Maren.

Su objetivo, y lo que más le extrañaba era que lo que había comenzado como un buen sueño: La había atacado con total intención de matarla, pero entonces algo cambió. Maren estaba debajo de él mientras la ahorcaba, ella luchaba desesperada por aire, arañando sus antebrazos. Y cuando estaba a punto de desmayarse, Frey se detuvo, le apretó la mandíbula y la besó, le mordió los labios, le jaló el cabello con rabia. Maren había bajado su mano para tocarlo y en ese momento, Frey despertó con una erección.

Y estaba completamente desconcertado.

Tener sexo no era algo que le interesara mucho, Frey comprendía absolutamente todo sobre el acto, de una forma muy detallada y clínica. Entendía que era algo normal a su edad, que era algo que la gente hacía con frecuencia. Y aunque sentía placer cuando se tocaba así mismo, hacerlo con otras personas le resultaba problemático y complicado.

O por lo menos, lo había sido las veces que lo había hecho. Frey había tenido sexo seis veces en su vida, sí, las había contado y recordaba con cada detalle cada experiencia, en especial, su primera vez... con ella.

Frey sacudió la cabeza, no quería pensar en eso. Ya tenía suficiente con el hecho de que había tenido ese tipo de sueño con Maren, le disgustaba, le enfurecía, porque ella era la última persona con la que él haría algo así. Quizás había acumulado tensión al tener más de un año sin hacer algo sexual, y su cerebro había buscado a la primera persona que encontró.

Frey tomó asiento en el área común frente al gran ventanal, era un pared inmensa de vidrio que les permitía disfrutar de la vista de las montañas cubiertas de nieve que cercaban el lugar. En la distancia, podía ver las luces del pueblo más cercano: Farchant y también la montaña Zugspitze. Muchas veces se preguntaba porque habían escogido este lugar para construir P.R.E.Y. ¿Su aislamiento del mundo? ¿Las horas que tomaba llegar al pueblo más cercano? ¿Lo peligrosa que era la carretera en invierno? Frey tenía el presentimiento que todas esas razones eran correctas. Si alguien escapaba de aquí, dudaba que pudieran llegar lejos sin congelarse hasta morir, o perderse entre la nieve y los arboles que lucían todos iguales rodeados de tanto blanco.

Frey captó movimiento a su lado con el rabillo del ojo y fue en ese momento que notó a la chica sentada en la silla a su izquierda, silenciosa y con la mirada perdida como siempre: Luna. Todos sabían su nombre porque los enfermeros la llamaban constantemente cuando querían moverla o acompañarla de regreso a su habitación. Era difícil llamar la atención de Luna, parecía sumergida en su propio mundo. Luna tenía el cabello largo y negro que le caía más allá de la cintura, las ojeras bajo sus ojos café y la resequedad de sus labios le daban un aire casi macabro, pero para Frey, ella no se veía mal.

Frey (Darks #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora