XII. Zwölf

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XII

FREY

Frey observó a la chica inconsciente en el suelo con detalle. Verla así, con los ojos cerrados, Maren lucía inocente, casi una víctima y le recordaba mucho a la chica de la sonrisa rota. A él no le gustaba recordarla porque a pesar de todo, la sensación de culpa que le invadía seguía activa en su memoria.

—Frey.

La voz de su hermano lo sacó de su viaje al pasado. Heist estaba de pie al lado de Jaeda, le había atado las manos detrás de la espalda y la jalaba de mala gana para que lo siguiera. También le había tapado la boca con cinta adhesiva oscura.

—Tenemos que salir de aquí, somos blanco fácil cuando se den cuenta de que el plan de Jaeda no ha funcionado. Dudo que ella esté sola aquí.

Frey asintió, tenían que moverse rápido. Si querían interrogar a Jaeda, tenían que sacarla de aquí lo antes posible. Así que el chico levantó a Maren, cargándola con cuidado y salió del apartamento con Heist detrás de él. Ambos Steins se movieron con rapidez y al llegar al piso de abajo, Frey le cedió el paso a Heist para que saliera primero y metiera a Jaeda a la camioneta negra, luego él hizo lo mismo con Maren, sentándola en el asiento trasero y poniéndole el cinturón de seguridad. El conductor los recibió en silencio y Frey miró a Heist con determinación.

—Me aseguraré de que Leigh salga ilesa y luego haré lo que planeamos —explicó Frey.

—Ten cuidado. —Heist le dio una sonrisa leve, disfrazando, quizás su preocupación.

Frey asintió, cerró la puerta y se quedó viendo como la camioneta se alejaba. Luego, él entró de nuevo al edificio de apartamentos abandonados para salir por el otro lado que daba a la calle del festival. Sin embargo, al entrar al pasillo principal, se detuvo en seco.

En medio del pasillo, estaba ella, de negro, con su cabello recogido en una cola alta que resaltaba el perfil de su cara. Frey nunca se acostumbraría a lo perfecto que era su rostro, él amaba las cosas con simetría y ella era una obra maestra de ello. Raella no dudo en levantar el arma en su mano hacia él.

—¿Dónde está? —preguntó con frialdad, apuntándolo.

—Es muy tarde, Rae.

—¡Raella! —gritó la chica con frustración—. Ese es mi nombre, Frey. Hace años perdiste el derecho de llamarme Rae.

Frey dio dos pasos hacia ella y Raella sacudió su arma.

—¡Para! Si crees que no te dispararé, sigues siendo el mismo chico ingenuo del arroyo.

Frey paró y se tensó.

—¿El chico ingenuo del arroyo? —repitió Frey, permitiéndose recordar su infancia, y parte de su adolescencia, esos momentos estaban teñidos con imágenes de Raella, sonriendo y acompañándolo.

Y Frey se dio cuenta de algo: quizás la razón de todo lo que pasó con la chica de la sonrisa rota había empezado con Rae.

—¿Dónde está, Frey? —preguntó de nuevo, su voz menos fría y más rota—. Ella no tiene nada que ver con todo esto.

—Tiene el tatuaje, Raella. —respondió Frey, ladeando la cabeza.

Raella arrugó las cejas y abrió la boca para cerrarla de pronto. Frey analizó esa expresión facial con cuidado y llegó a la conclusión de que quizás Raella no lo sabía.

—¿No lo sabías?

—Eso es irrelevante. Tu objetivo no es Maren, es Jaeda, así que dime donde está.

Frey (Darks #2)Where stories live. Discover now