D I E C I S I E T E

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Agua, besos, y desconocidos.



Después de aquel beso las cosas se facilitaron un poco, fluyeron con normalidad y paz.

Narek finalmente me dijo que me había besado con Varona, equis, no pasa nada, se reforzó la amistad.
En realidad Varona había exagerado todo porque a sus ojos todo había sido diferente. No me había puesto como perra loca, ni desnudándome frente a desconocidos.

Sonriendo por el recuerdo y tomando un moka. Estaba en el último desayuno junto con mis compañeros de trabajo. La semana había pasado taaaan rápido. Pero el último día había sido el mejor.

Aquí un resumen:

Narek había salido del hotel porque había terminado algún trabajo cerca. Dijo que volvería, muy confiado, así que no batalle por la despedida. Por alguna razón sabía que volvería a verlo.
Con él se fue Eznik, el rapado de mal humor.
Varona había desaparecido sin decirme un adiós.
Esos días salí un poco a dar la vuelta por el centro de la ciudad. Todo parecía cotidiano para casi todos. Cotidiano excepto por algo muy romántico e inusual que sucedió.

Ése día extraño en un país con tradiciones desconocidas:

El ambiente estaba más acalorado de lo normal. No contaba con ropa fresca sino solo el traje de baño. Pero al diablo. Me coloqué el traje que era de una pieza, jeans y las sandalias abiertas. Viéndome al espejo todo se veía bien.
Tomé mi cabello en dos chongos bajos cerca de la nuca,  no tan apretados. Mis lentes de sol sobre la cabeza, teléfono y dinero extraño, en cada bolsa trasera del pantalón.

Al abrir para salir de la habitación me encontré con un Alexander a punto de tocar mi puerta; perfumado, con shorts, camisa negra lisa, tenis con apariencia cómoda. Todo eso con el toque final; su reloj carísimo de Francia.

—¡Amelia! Que gusto verte... —fingía entusiasmo o algo así—  necesito que me acompañes con... quien me voy a reunir hoy. Es algo cerca de aquí —sus ojos recorrieron mi vestir—. Por la pinta que tienes supongo ibas de salida. Así que no hay nada que esperar.

Y bueno, sí, iba de salida, Alexander no había estado pesado en días. Desde la noche "loca" solo lo había visto unas pocas veces, así que tenía algo de paciencia para aguantarlo un rato... Pero me hice la seria, ya saben, para no hacérselo tan fácil.

—Buen día, Alexander. ¿Qué cómo estoy? Hasta ahora bien, gracias por preguntar —dije en lo que lo empujaba con la vista, y cerraba la puerta tras de mi—. Espero mi día mejore, no me quiero estresar —subiendo al elevador, con el mono siguiéndome—, ni molestarme, ni irritarme, solo disfrutar mi último día. Como no estoy laborando en estos momentos, no quiero ordenes, ni tono de voz elevado, ni quiero que te dirijas como jefe hacia a mi —ya casi bajábamos al lobby— ¿De acuerdo?

Las puertas se abrieron, lobby desierto, y demasiado calor.  Voltee los ojos hacia Alexander, veía el teléfono. Muy bien, simio, hoy yo seré la jefa.

—¿De acuerdo? —volví a preguntar.

—Sí, Am —al parecer se había tomado muy en serio sobre cambiar su papel de jefe al llamarme por mi diminuto sobrenombre.

Apenas había puesto un pie fuera del hotel y ya sentía la gotita de irritación como en el anime que alguna vez había visto. Además ¿Am? Así solía decirme cuando... en fín.
Caminando sobre la acera, Alexander detrás mío, y el calor invadiéndome, sin saber a donde ir, vi una tipo explanada con montones de gente, música extraña para mis oídos, y muchos letreros iguales, con la misma extraña palabra.

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⏰ Last updated: Aug 05, 2023 ⏰

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