N U E V E

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Diosito, ¿Qué pasa con ese hombre?



—¿Y vas de visita? ¿Al novio, talvez?

Solté una risa leve y negué con la cabeza unos segundos.

—No, no, para nada —volví a reír—. Voy de parte del trabajo —tomé del jugo en caja que las aeromozas nos habían dado—. De hecho, desconozco por completo a dónde vamos. Ni siquiera sabía que había un lugar así —tomé la revista donde venía lo principal del país a donde viajábamos—. Me parece muy exótico y colorido.

Ojeando hoja por hoja de la revista del lugar hacia donde nos dirigíamos, escuche a Alexander hablando con una aeromoza, no entendía, pero reían.

—Y tienes razón. No quería interrumpirte, pero también voy para allá. Ya sabes, no haré ninguna escala. ¿En qué hotel te quedarás?  Yo voy al Hilton . El hotel es muy caro, pero vale la pena que esté cerca de todo. O, mejor dicho, todo está cerca del hotel. En él va gente muy importante, y no es de menos —me señaló— tú irás. Espero —dijo muy sonriente.

¡¡Estaba teniendo un ligue!!

Reí como tonta otra vez, y haciendo caso omiso a sus palabras azucaradas, contesté como si nada.

—No recuero el nombre del hotel, pero... —créanme que lo pensé mucho— si quieres te paso mi número.

Él sonrió y le devolví la sonrisa. Alexander estaba viéndome con la frente arrugada. Diosito, ¿Qué pasa con ese hombre?

El mal genio de Alexander me irritaba, y me ponía tambien de mal humor. Ya no quise seguir la conversación, así que me disculpé con el chico, quería dormir. Olvidé mi almohada de viaje en la maleta grande y tuve que reposar la cabeza en el hombro de Kevin. Ese era el nombre del chico del avión, muy guapo, por cierto, alto, dientes alineados, cejas pobladas, músculos y tatuajes... le daba un aire a Alexander.

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Desperté por una turbulencia.

No me quiero morir, señor piloto.

Levanté mi cabeza rápido, por unos segundos me giró el entorno.

—No pasa nada, Amelia. Todo está bien.

Alexander y yo habíamos chocado en la carretera cuando íbamos de escapada, todo había salido mal. Una llanta de un tráiler salió disparada hacia nosotros aquel día. Destrozó el frente del coche en el que íbamos, nuestras bolsas de aire se activaron, pero aun así me fracturé la nariz, pómulo,  y muchas dificultades más. Yo fui quien perdió más sangre porque el celular se estrelló en mi cara, y justo cortó una vena principal del rostro. Casi morí. Alexander no es compatible con mi sangre. Esperé donador; fue mi madre quien ni siquiera estaba en la ciudad, pero pudieron traerla en helicóptero, o al menos eso es lo que dijo Alexander. Él siempre dramatizaba las cosas para mí, para divertirme o entretenerme. Él fue un gran novio, amigo, fue muchas, casi todo, o todo para mí.

—¿Amelia?

¿¡Pero qué...?!

—Perdón, yo estaba... asustada.

—No pasa nada. Dijeron que estábamos cruzando una nube densa.

Las luces estaban apagadas, los anuncios de emergencia estaban encendidos como debían. Todo en orden.
Algunas personas estaban dormidas, por ejemplo, Alexander. Otras despiertas, por ejemplo, Ximena, que iba frente a mi. Y luego estaba yo, adormilada con pánico.

—¿Amelia?

Kevin volvió a hablar, tomó de mi mano y me hizo voltear.

—Hola —dije como respuestas y él sonrió. Tenía una sonrisa muy bonita, de esas que ves una vez y no quieres dejar de verla.

—¿Te ha dicho que te ves muy bonita con la luz de un avión?

¿Whattt?

—Esteee, no —reí como tonta, otra vez. No sabía qué decir o hacer. ¿Qué se supone que sigue? Ay, diosito. Tenía veinticinco años y pues nunca tuve que ligar con nadie, ya que todo con mis novios pasados se iba dando y yo era una niña que no tenía ninguna barrera—. Bueno, es que no viajo mucho en avión.

Kevin no dejaba de sonreír, y yo tampoco. ¿Me iba a dar un beso? ¿Estaba bien que yo lo hiciera? ¿Los besos con personas que acabas de conocer no te catalogan como fáciles?

—Pues lo eres, Amelia.

Se estaba acercando a mí, pero yo estaba retrocediendo. ¡Quería regresar el tiempo y no haberle dado mi número! ¡¿Qué tal si si era un acosador o algo?!

Kevin se estaba acercando a mí. La sonrisa muy bonita y todo, pero no quería nada.
¿Desde cuándo Alexander tenía el sueño ligero?
¿Recuerdan lo de la mala suerte? Pues era ahí la mía. Casi todo el mundo estaba dormido, y si ese tipejo me ponía cloroformo, me drogaba, ¡o lo que sea! ¡Nadie se iba a dar cuenta! Tal vez si pateaba el asiento de Ximena, ¿¡ella voltearía?!

—Kevin, quítate. No quiero nada.

—¿No quieres nada? ¿Segura? 

Ya no tomaba mi mano, sino mí muñeca. La estaba presionando. Seguro dejaría marca.

—¡¡Quítate, asqueroso hijo de puta!!

¡La voz del maaal! O, mejor dicho, ¡la voz del bien!

Alexander lo jaló de la camisa, Kevin no me soltó. Las azafatas llegaron poco antes.

—¿Qué pasa aquí? —dijo una de ellas— Señor, cálmese.

—¡¡Éste hijo de puta quería abusar de ella en este maldito y puto avión!!

Y aunque no lo crean, porque yo tampoco; el avión tenía cámaras en las pequeñas lámparas sobre nuestras cabezas. Ahora sé que cada fila de asientos tiene una en la lámpara del asiento del centro. Así fue como confirmaron todo el problema.

Cuando las azafatas se fueron, Kevin seguía en su sitio, serio y muy enojado. Alexander mucho peor. No se estaban matando porque, al parecer, el avión iba lleno de profesionistas. A la ciudad a la que íbamos solo iban inversionistas y gente con algo mayor que otras. Uno de ellos era un policía de unos cuarenta años, cabello rubio con partes canosas de corte militar, además, tenía tantos reconocimientos como pudo presumirnos.

Llegó uno de los pilotos.

—Me han comentado sobre lo acontecido, y a su favor tiene pruebas y testigos, además de su testificación. Aquí el señor Rasko...

—Raskolnikov.

—Raskolnikov que es un gran policía que sirvió a su país...

—Sirvo —volvió a interrumpir el aparentemente ruso policía de edad avanzada.

—Sí, que sirve a su país. Será de gran ayuda al llevar de regreso de donde despegamos al acusado y en ayudarla por si quiere levantar denuncia. Se ve que el señor es un hombre leal que sirvi... sirve a su país.

El tal Raskolnikov carraspeó la garganta y enderezó su postura. Se ve que para él es un orgullo ser él mismo.

—Muchas gracias, señor Raskolnikov —se puso de pie Alexander—, por favor, acepte este honorario —sacó un fajo de billetes y le dio algunos.
¿Khe? Se supone que hay un límite que se puede subir al avión—. Siempre y cuando se haga justicia, ya que, a usted, señor Raskolnikov, servirá de por vida a su país.

Y continuó hablando en ruso con el policía canoso, tal vez siempre quiso ser militar y solo llegó a policía

Ya no quise ver lo que pasaba. Me giré y vi por la ventana la negrura de la noche.
Fingí pensar en cosas importantes hasta que el tal Raskol... como sea, se llevó a Kevin a otra parte del avión, dejándome sola con Alexander. ¿Debía de agradecer?

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ฅ^•ﻌ•^ฅ

Salu2sss.
La foto la tomé buscado en Google: "pánico en avión" JAJAJA
Re random

—𝓐

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