S I E T E

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Diosito líbrame una vez más.


—"Qué tal anoche?"

"No pudo estar peor."

"Tu acostón no la libró?

"Sabes que no hago esas cosas."

Ya era lunes por la mañana. Alexander me había pedido llegar temprano para hacer notas de una reunión que se iba a llevar a cabo en el salón de juntas en el mismo piso que su oficina.

A Andrea le había dado mi número, ya que lo había cambiado cuando paso lo de Alexander. Sus mensajes no dejaban de sonar. Mejor puse el teléfono en silencio  y lo guardé.

Resulta que había llegado un poco más temprano. No alcancé a terminar de maquillarme en casa. Entré a los baños, entré a un cubículo, me senté y saqué mi cosmetiquera de mi bolso. ¿Solo a mí me daba pena que me vieran mientras me maquillo? ¿Es inseguridad? ¿Quién me iba a ver a estar hora del día si casi no hay nadie aún en el edificio?

Mi mala suerte aún no se iba.

—¡Cállate de una buena vez, Alexander!

Era nada más y nada menos que Leslie. Otra vez.

—¡Me tiene sin cuidado en donde hayas estado! —Alzó la voz y continuó —¡¡Lo que me importa es con quien!!

Se escuchó un golpe y vidrios cayendo después. Esta vieja es la rompe-vidrios ¿o qué? Que manía.

—Voy a estar en la puta junta y me vas a presentar con los nuevos inversionistas— a mi parecer Alexander estaba hablando por la otra línea, ya que Leslie calló— ¡Me importa un carajo si se te arruinan tus malditos planes! ¡¡Voy a estar ahí y punto!!

Mal. Di. ta. Se. A.

Yo también tenía que estar en la dichosa junta, tenía que tomar notas de todo. Como si Alexander no pudiera... Aunque yo trabajaba ahí. Era mi trabajo.

Leslie se marchó tras unos minutos, busqué a Lola para decirle del vidrio roto por la desquiciada. ¿Tendrá algún problema de irá?

La junta comenzaba en diez minutos, pero yo ya estaba en al salón donde se llevaría a cabo. Alexander se notaba nervioso, limpiaba su frente de algo que no tenía, limpiaba la superficie de la mesa en donde pronto estaría cada lugar ocupado.

No sabía que decirle, o si decirle algo estaría bien. Pero lo hice.

—Alexander, cálmate un poco. No es de vida o muerte.

Giré una de las sillas para poder sentarme los diez minutos que faltaban, pero Alexander me vio con desaprobación. No sé si por lo que dije o por lo que planeaba hacer. Acomodé la silla y me quedé parada a una distancia considerable de Alexander.

No es de vida o muerte... —me remedó— No sabes nada de inversiones, no sabes nada de negocios, nunca te has interesado por este mundo. Solo haz tu trabajo, Amelia.

Debo de admitir que me esperaba una respuesta como esa. Conocía a Alexander desde mucho y creía aún saber algunos de sus posibles movimientos.

No quité mi vista de él. Quería incomodarlo, o al menos tratar.
Hice cara de sorpresa, aunque fingí.

—Te dejo solo.

Di media vuelta y caminé unos pocos pasos cuando la voz del mal hizo mención.

TENTACIONESWhere stories live. Discover now