C I N C O

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Gracias diosito por mandarme este ángel.


Alexander salió de su propia oficina en cuanto alcé la voz, y yo; me quedé afligida con los codos reposando en el escritorio y las manos sosteniendo mi cabeza. ¿Qué debía hacer ahora? ¿Salir como si nada hubiera pasado o... chismear?
Opté por la segunda, me paré como si me estuvieran vigilando... ¿Y si la oficina tenia cámaras? Inspeccioné con la mirada intentando disimular, veía cuadros inexistentes en la pared lisa y blanca, veía detalles en los acabados del techo. No vi ninguna cámara ni nada por el estilo, incluso revisé las plumas que había sobre el escritorio.

Cuando pensé que todo estaba bajo control me dediqué a chismear, el escritorio estaba ordenado como era costumbre de Alexander, el piso estaba limpio... y me cayó el veinte. ¡¿No Alexander había salido de una especie de pared falsa?!
Con las manos iba presionando cada parte de la pared, cada bulto extraño en ellas, cada carpeta que estaba en el mueble la moví, pero no tuve éxito de ninguna forma, no encontré absolutamente nada.

Rendida salí de la oficina, entré al baño a refrescar mi rostro y conciencia, cuando estaba por salir del cubículo, alguien entró. Me entró el pánico. ¿Era Ximena? ¿Venía por venganza? ¡¿Qué quiere la vida de mi?!

Subí los pies a la taza del baño, y esperé en silencio.
Unos pies se dejaron ver al poco tiempo. Uñas bien pintadas en un tono crema, zapatos de tacón fino. Con solo ver los pies sabía que su porte era elegante.

No creí que fueran de Ximena. En el trabajo solo se puede zapato negro y cerrado.
¿Quién era?

—Vamos, cielo, vayamos a la comida de Melanie.

Escuché quejidos y la misma voz.

—Espera, deja ponerte en alta voz, que retocaré mi maquillaje.

Sé que lo hizo porque escuche la otra voz. "La voz del mal".

—Leslie, no quiero ir a esa comida, estoy... tengo mucho trabajo. Ahora mismo no estoy en la oficina—añadió rápido— ,ni siquiera estoy en el edificio. No tienes nada que hacer ahí.

¡¿Leslie?! Por un demonio, lo que faltaba.

Traté de no moverme en lo más mínimo. Era Leslie... esa Leslie maldita...
¿Qué diría mi yo de hace años?
<< Vamos, Amelia, sal de una vez y rómpele su madre. ¿Qué puede salir mal? ¿Despido? ¿Qué acaso no lo quieres? Sal y rómpele su mandarina en gajos, que desde cuando quieres hacerlo.>>

Afortunadamente mi yo de años estaba bien guardada, aunque algunas veces salía sin siquiera darme cuenta.

Me quedé más quieta que nunca y esperé con paciencia y delirio.

—Vine a buscarte. Con eso de que ya no me avisas en donde estas, tengo que ir yo hacia ti.

—Leslie, ¡si ya no te aviso es porque tienes un GPS en mi puto auto!— No escuché decir nada de Leslie, ni emitir ningún sonido. Pero imaginé su cara retorcida por ser descubierta— Perfectamente sabes en donde me encuentro cuando no estoy en casa,— suspiró— ¿y sabes qué? Sabes en dónde, pero no con quien.

Escuché un sonido que da por terminada la llamada.
Me quedé inmóvil en mi lugar. Ya me estaba cansado. Mi trasero estaba flotando y tratando de no caer en la taza. Mis pies estaban en la orilla de la misma tratando de no resbalar y ocasionar un desastre.

—¡¡Maldito sea el día que me casé contigo!!— rugió Leslie. Seguido fue el estruendo de algo quebrarse. Y al mismo tiempo del estruendo, por el susto, resbalé, caí dentro de la taza de agua limpia y mojé toda la parte trasera de mi falta.
¿Qué más podría salir mal?

TENTACIONESWhere stories live. Discover now