ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 14. "𝙻𝚊 𝙲𝚊𝚜𝚊 𝚍𝚎 𝙳𝚒𝚘𝚜."

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TRES AÑOS ANTES DEL INCIDENTE.

Domingo, 12 de Marzo, 8:15 a.m.
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—¡Está es la casa de Dios!—Ladró, acertandome una vigorosa bofetada en la mejilla, la cual pasó del blanco más absoluto, al rojo sangre.

La piel me escocio, como si me hubiera quemado, y su fuego hiriente, ardía como la carne viva.

Pero desde luego, no me permiti a mi misma emitir sonido alguno, no iba a decir nada; mantuve ese dolor que me recorría, la humillación que me produjo, en mudo secreto.

No era la primera vez que mi madre me golpeaba delante de "un publico" y ciertamente no esperaba que fuese la última.

Mi "escote" a penas y podía considerarse como tal,  la curvatura de mis tetas no era visible desde ningún angulo, pero tenía tirantes, y para mi madre ese era un rotundo "no", en una iglesia

—¡Te dije que te cambiaras antes de venir, Lexie...!—Replicó, y su voz temblaba, llena de irá.

Sabía que deseaba volver a golpearme, y a penas reprimia su impulso de hacerlo.

Finalmente la mire, cargada de resentimiento negro, cargada de deseos de "devolverle el favor"

Quizá habría culpa en mi mente, por desear abofetear a mi Madre.

No era muy "Evangelico" de mi parte, lo sé.

Pero de vez en cuando, deseaba lastimarla, como ella hacía conmigo.

El dolor no era tan intenso como la humillación.

Esos ojos negros, siempre me miraban con ascos, con deseos de herirme.

—¡Laura...!¡Basta!—Refunfuño Michel, sujetandola por el brazo, con algo de fuerza.

Ella siguió mirándome, abriendo sus orbes desproporcionadamente.

Mire al hombre, en silencio, a penas y consideraba mi existencia y aun así, este maldito desconocido me proporcionaba mucha más  empatia que la mujer que me parió.

—Ella le ha faltado el respeto a Dios, Michel, esta zorra...¡Mira como viene vestida a la iglesia!—Se volvió hacia él,  sujetándose a su chaqueta, como una niña en medio de una pataleta.

—Es una niña, Laura, ella aún no entiende lo que...—

—¡Yo le enseñaré, le enseñaré a respetar!—Ladró hacia mi cara.

El padre Gabriel, se aproximó entonces.

Ese eclesiástico había visto un montón de veces los desplantes de esta mujer, y jamás se había pronunciado.

Nadie lo había hecho.

Todos lo miraban, bajando las cabezas  calladamente.

"COBARDES, COBARDES TODOS USTEDES, ESPERO QUE OS CONDENEIS..."

—¿Esta todo bien aquí?—Preguntó, el hombre de la sotana.

—Todo esta bien padre, disculpe.—Respondió Michel, tocando mi espalda para guiarme hacia adelante.

Él echo un rápido vistazo a mi cara, a la huella de sangre en mi piel, y paso de largo, demostrandome una vez más, la cruel apatía de este pueblo.

Debra entró entonces, por la puerta de la iglesia.

Las miradas se posaron en ella como si se tratase de la actriz principal, que entraba en escena.

Verla fue como una bocanada de aire fresco, despues de haberme estado ahogando en el denso oceano de la animadversión.

THE LONELY GIRL.|| 𝓓𝓪𝓻𝔂𝓵 𝓓𝓲𝔁𝓸𝓷||Where stories live. Discover now