Condesa Parte 2

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Sus pocos soldados, hombres mancos de brazos, cojos de piernas, flojos, ex convictos, estaba sin paga, sin directrices, y bien pronto comenzaron a proceder de otra forma, muy reñida con el comportamiento que debían mostrar.Comenzaron a cenar en el inmenso mesón del comedor.En principio trataban de disimular cuando la joven señora aparecía silenciosa en el inmenso dintel de la puerta principal. Luego ya ni guardaban las apariencias. Traían mujeres, festejaban danzando encima de la mesa, bebían abundantes licores, asaban gallinas en la inmensa chimenea que era solo para calentar en el invierno los señores dueños del castillo. La ignoraban, No le guardaban la reverencia ni la distancia, y las servicios se llevaban apresuradamente a la niña, muda ante aquellos despropósitos que debía contemplar. Los gritos, la parranda era el corolario que indicaba el final del reinado de la heráldica que por muchos años gobernó aquel triste lugar.




IV

Una tarde, el médico judío fue golpeado inmisericorde por el jefe de guardias, quien lo arrastró más allá del foso, riéndose mientras veía al pobre viejo en un triste asno marchar a Pest. Tamara quedó en el castillo. Era un cuadro más que apenas decoraba el lugar.


Para celebrarlo los soldados robaron unas gallinas de un aldeano que no tuvo tiempo en ocultarlas, se llevaron lo último que quedaba de vino de consagrar, de la desvencijada capilla, por allá lejos, en el cruce con el camino real.


La niña apareció y por un rato los contemplaba. Les hablo, pero nadie parecía escucharla.--Quiero pasear. Alguien por favor ¿Me podrían acompañar?.—solicitó en medio de la francachela.Los hombres hicieron oídos sordos,--¿Nadie podría darme escolta? .--- preguntó calmadamente la niña. Viendo como chorreaba el vino y las mujeres borrachas bailaban frenéticamente encima de la mesa, todos gritando a todo dar.La joven se detuvo junto al que fungía de capitán de armas. Este reía y gritaba sin parar. La joven extrajo un puñal y sin ninguna piedad el cuello del hombre rebanó.


El silencio se hizo general, mientras los hombres a duras penas trataban de pararse de las pesadas sillas.El hombre feo, calvo, mala sangre se desplomó con un charco de sangre.--Queda relevado. Ahora soy muy propio capitán de armas—dijo la joven dirigiéndose al otro hombre que trataba de incorporarse del sillón—--Besa mi mano en signo de obediencia—continuó la joven, colocando su mano llena de sangre ante los ojos del hombre, en la otra esgrimiendo el afilado puñal. No se sabía cómo actuaría. Otros decían que era ambidiestra. Con la otra mano podía matar. Ya lo había hecho. Sin duda podía continuar..


El hombre así lo hizo.

--Tu vida me pertenece. Me vas a obedecer. Y todos así lo habrán de hacer—indico calmadamente la niña .El hombre se quedó arrodillado. Temía a la niña. No lo podía ocultar

--De rodillas, señores—ordenó la niña.

Cada hombre lo fue haciendo. Había algo en la expresión de la frágil niña que los hizo temblar. Cuando finalizaron el pacto de sangre, la joven les dijo.


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CONDESA Tamara Del Calvario del RioWhere stories live. Discover now