Sherezade

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Dahlia entró a su casa a regañadientes. Quería irse corriendo detrás de Milo, sujetarlo de los hombros y no soltarlo hasta que le revelara todo lo que le estaba ocultando. "Ese chico... ¿Cómo es que pudo irse tan rápido? Parece que se lo hubiera tragado la tierra. Él es tan extraño..." balbuceaba la muchacha mientras subía los peldaños que la llevarían a la segunda planta. Allí estaba su habitación, la más retirada de toda la propiedad. Iba arrastrando los pies, desplazándose con mucha lentitud, pues estaba ida en el mar de sus pensamientos. Tenía una maraña de ideas en la cabeza que no lograba hacer encajar, y eso la tenía muy enfadada. Siempre había podido encontrar la racionalidad en cualquier cosa que analizaba, pero ahora, por primera vez en su vida, se topaba con un gigantesco enigma. No podía permitir que un simple chico le perturbara su mundo de perfecto orden con sus tonterías. Estaba resuelta a descubrir el punto débil en la farsa tan bien elaborada de Milo y así poder restregarle en la cara que ella siempre tuvo la razón.

"Quizás una larga ducha con agua caliente me ayude a relajarme un poco. En este preciso momento no puedo pensar con mucha claridad, pero un buen baño me hará mucho bien," aseguró complacida. Cerró la elegante puerta de caoba de su cuarto y procedió a desvestirse mientras tarareaba su canción predilecta. Era una melodía suave y arrulladora. Su madre solía cantársela por las noches, cuando era muy pequeña, para que se tranquilizara cada vez que la oscuridad la asustaba. Cuando por fin se encontró desnuda bajo la exquisita tibieza del agua proveniente de la ducha, aún canturreaba en voz baja. ¡Cuánto amaba aquella música!

Esta tonada es tan especial! Siempre me calma y me hace pensar en...en...oh, por Dios, en..." Dahlia no pudo recordar a quién le evocaba aquella canción. Se quedó helada, hasta dejó de respirar. Se llevó ambas manos a la boca, con la mirada llena de turbación. "Sé que alguien me la cantaba, pero... ¿quién? Ay, no, ¿qué me sucede? ¿Cómo pude olvidar algo tan importante?" decía con una lastimera voz, casi inaudible. El nudo en su garganta se hizo insoportable y dio pie a un llanto descontrolado. Ni siquiera soportó quedarse erguida, sino que se acuclilló y escondió su rostro entre ambos brazos.  

Lloró por largo rato. Sus párpados se asemejaban a un par de globos amoratados. Tosía repetidas veces, lo cual le robó lo poco que le quedaba de energía. Cuando ya no tuvo más fuerzas para seguir llorando, cerró la llave del baño, tomó la toalla pastel que estaba sobre su taburete y se envolvió el tronco con ella. No tenía ganas de secarse, mucho menos de arreglarse o tan siquiera verse en el espejo. Salió estando empapada y así se dejó caer en su cama. Se sentía muy temblorosa y devastada. No tenía siquiera un osito de felpa para abrazar, por lo que su letargo no tardó ni cinco minutos en pasar a ser un sueño profundo.

Tras unas horas de completa inconsciencia, la chica tuvo la sensación de que una voz la estaba llamando. Al principio era un simple murmullo lejano, pero se fue haciendo más y más claro cada vez, hasta que por fin pudo comprender de qué se trataba. Reconocía esa voz a la perfección.

—Oye, Dahlia, ¿puedes oírme? Despierta, ya es hora...

Con gran dificultad abrió los ojos, los cuales le pesaban una tonelada por el cansancio, pero distinguió con claridad el rostro expectante de quien le decía esas palabras.

—Milo, ¿cuánto tiempo llevas aquí? —fue lo primero que ella inquirió del muchacho.

—Para ser honesto contigo, en realidad, nunca me fui —contestó, con una risilla juguetona—. Te hice creer que me había marchado, pero todo el tiempo estuve cerca de ti. Tomé un libro del estante junto a la chimenea, luego me apoltroné en el sofá-cama que hay en tu sala, y me puse cómodo para leerlo, con una taza de capuccino caliente para hacer el rato más ameno. Espero que no te vayas a enfadar conmigo por ello.

La Legión de los Olvidados [Saga Forgotten #1]Where stories live. Discover now