Silenciado

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Muy pocas personas, cuyo corazón humano aún permanece intacto dentro de sí, tienen libre acceso a Lutkyneva, la enorme ciudad subterránea que ha servido como hogar para la Legión de los Olvidados por casi ocho centurias. Estos privilegiados hombres y mujeres son conocidos como los "Heraldos del Plenilunio". Solo ellos poseen el privilegio de transitar por las veredas de la enigmática metrópoli oculta y luego regresar a sus respectivas residencias en la superficie terrestre. Pueden movilizarse entre un sitio y otro cuantas veces lo deseen, sin la obligación de solicitar permisos de ninguna especie. Estas personas sirven como espías encubiertos de la Legión. De esa forma, los Olvidados obtienen valiosa información que de otra manera les resultaría muy difícil de conseguir, puesto que no desean llamar la atención si no es necesario. Cuando se cumplen veinte años de trabajo, llega la hora de recibir el pago. Estos valiosos informantes tienen la posibilidad de escoger una de tres posibilidades como retribución: rejuvenecer, darle vida a un clon de un ser querido que falleció, o transformarse en reclutadores de los Olvidados. En la actualidad, sólo quedan siete heraldos activos, y entre estos se cuenta el envejecido Geoffrey...

Aunque las cansadas piernas del veterano caballero ya han pisado el lúgubre terreno de los casi interminables laberintos tan característicos de Lutkyneva en incontables ocasiones, su molesta claustrofobia nunca le ha permitido acostumbrarse por completo a cruzar esos estrechos pasadizos. El temblor en las extremidades del anciano siempre está presente durante el trayecto, haciéndose acompañar de fuertes jaquecas e incontrolables náuseas. No hay un solo rincón del sombrío sitio que no esté cargado de humedad y fétidos olores. Y por si eso fuese poco, él tiene la obligación de desplazarse a tientas, pues no goza de la autorización para llevar ni tan siquiera una pequeña vela que le alumbre el tortuoso recorrido. El uso de cualquier tipo de resplandor está prohibido mientras se transita por los pasillos. Una vez dentro de los dominios de la Nocturna, todas las estancias son iluminadas por la luz de la Luna en forma directa, o bien, por medio de suntuosos candeleros y delicadas antorchas de plata cuando esta no es visible.

—¡Bienvenido seas, buen Geoffrey! ¡Pasa adelante! Ya nos hemos enterado de tus admirables logros. La señora Galatea está complacida en sumo grado con tu fructífera labor. Desea escuchar el informe completo sobre tu encuentro con el Protector Keijukainen. Está esperándote ansiosa en la "Cámara Lunar", así que más vale que te des prisa —declaró entusiasmado Bernhardt, uno de los "Vigilantes Grises" más antiguos de la Legión.

—Sí, lo sé. Justo hacia allí me dirigía. De todas maneras, muchas gracias por notificarme —respondió el viejo, muy solemne.

Geoffrey continuó su camino de forma pausada. A pesar de que estaba muy seguro de haber cumplido a cabalidad con la asignación que se le encomendó, algo dentro de sí le causaba una terrible intranquilidad. No sabía a ciencia cierta qué era lo que estaba sintiendo, pero sí estaba consciente de que aquella inusitada sensación no le auguraba nada bueno. Comenzó a descender el largo tramo que lo conduciría hasta la presencia de Galatea, para lo cual tuvo que utilizar los quinientos escalones de marfil que precedían a la Cámara Lunar. Esa magnificente habitación nunca dejaba de sorprenderlo. Todo el piso estaba hecho de obsidiana pulida, sin el más ligero rasguño o muesca que arruinara la perfecta uniformidad de aquella amplia superficie reflectante. Las macizas paredes abovedadas, fabricadas con el más selecto mármol blanqueado, exhibían cientos de cavidades circulares por medio de las cuales se colaba la plateada luminiscencia del satélite natural terrestre. Los múltiples haces de luz que emanaban de aquellos hoyos en los muros se cruzaban entre sí con total armonía, generando un hermoso espectáculo de relucientes aritos que se proyectaban sobre el bruñido suelo.

Apenas ingresó al espacioso aposento, el anciano encontró a la señora de espaldas, leyendo en voz alta un pesado volumen de antiguas runas celtas. Antes de dirigirle la palabra, se arrodilló despacio e inclinó su cabeza.

La Legión de los Olvidados [Saga Forgotten #1]Where stories live. Discover now