Al borde de la locura

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"¿Pero qué has hecho, hijo mío? ¿Cómo pudiste ser tan descuidado? Ni siquiera tienes idea del lío en que nos has metido. ¿Sabes quién es esta mujer? No es cualquier niña bonita de las que podrías toparte en la calle. Es nada más y nada menos que una Orankel. Ella es una de las señoras que controlan los fenómenos naturales. ¿Qué haremos ahora? Si decide tomar represalias por el daño que le has causado, estaremos perdidos. Cuando despierte, pídele disculpas de todas las formas posibles y ofrécele recompensarla según sean sus deseos. No te atrevas a contradecirla, es muy temperamental y caprichosa, como cualquiera de las damas de su raza. ¿Acaso quieres que nos envíe un ciclón a manera de desquite por no complacerla? Sin importar lo que pida, dáselo. Es tu deber para con toda tu familia, tu pueblo, y hasta los débiles humanos. Obedécela, y mejor aún si luces contento al hacerlo".

Las palabras de Noelle, la emperatriz Taikurime, retumbaban a diario en el turbado interior de la cabeza de Cedric. Todavía lamentaba con cada fibra de su cuerpo la enorme imprudencia de su parte que lo había llevado a establecer un compromiso matrimonial con alguien que no conocía y, mucho menos, amaba. Sin embargo, se había resignado hacía mucho tiempo a contraer nupcias con la irritante Nina, con tal de asegurar la seguridad de sus seres queridos y la de muchos humanos inocentes que se verían afectados si él no hubiese accedido a ello. Pero las cosas dieron un giro que ni él mismo hubiera podido prever y ahora, más que nunca antes en su vida, le estaba siendo demasiado difícil seguir adelante con el cumplimiento de la promesa que hizo siglos atrás.

—Oye, ¿te pasa algo malo? Por la cara que traes en este momento, parece como si acabaras de haber recibido una pésima noticia —observó Dahlia, mordiéndose el lado derecho de su labio inferior.

—No... no es nada... Sólo me quedé pensando un poco, eso es todo... Mírame, ¡estoy mejor que nunca! —respondió el príncipe, forzando a los músculos de sus mejillas para que esbozasen una sonrisa.

—No eres nada bueno fingiendo, ¿sabías eso? Sé que hay algo que te está molestando, aunque intentes disimularlo. Pero no te obligaré a que me lo digas. Si más adelante llegas a sentirte listo para hablar y confías en mí, estaré gustosa de escucharte. Ten muy presente que me preocupo por ti...

—Muchas gracias por tu interés, pero quédate tranquila. No pasa nada, te lo aseguro...

Ambos se miraron en silencio. Él se incrustaba con disimulo las uñas en las palmas de sus manos para ayudarse a mantener las comisuras de su boca arqueadas. Ella ponía todo su empeño en adivinar qué era lo que había detrás de aquellos deslucidos ojos, otrora cargados de sentimientos. En su mente, no dejaba de inquirirle: "¿Qué te pasa, Cedric?" Una débil y entrecortada voz idéntica a la de él hizo su aparición entre sus pensamientos: "No quiero estar con Nina..."

—¿Qué es lo que has dicho? ¿De quién estás hablando? —interpeló la rubia, frunciendo su entrecejo cual si fuese un acordeón.

—¡No he pronunciado palabra alguna! ¡Debería ser yo quien te hiciera las preguntas a ti! —clamó el Taikurime, mientras gruesas gotas de sudor se le formaban en la frente.

—Acabo de escuchar tu voz dentro de mi cabeza. Me decías que no quieres estar con Nina... ¿Qué significa eso? ¿Crees que me estoy volviendo loca?

El joven apartó su rostro de inmediato, pues los inquisidores orbes de la chica le causaban escalofríos. "¡¿Cómo pudo escuchar algo que no dije?!" se preguntaba para sus adentros, al tiempo que se le aceleraba el pulso. "Debo inventarme una excusa. No puedo permitir que ella sospeche de esto, al menos no por ahora..." No se atrevió a volver a mirarla a los ojos. Retuvo una gran bocanada de aire en sus pulmones por varios segundos y luego la liberó poco a poco.

La Legión de los Olvidados [Saga Forgotten #1]Where stories live. Discover now