Cumplimiento de una profecía

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Bianca se apresuró a reunirse con Dahlia, quien yacía tumbada en el piso, con los ojos entreabiertos, lanzando abundantes chorros de espuma negruzca por la boca. Su mirada estaba perdida en algún punto indefinido del oscuro espacio que la rodeaba. Tan pronto como la muchachita de cabellera castaña se percató del pálido matiz violáceo que había adquirido la translúcida piel de la rubia, comprendió que esta última se estaba muriendo debido a la prolongada falta de aire en sus pulmones. Se arrodilló junto a ella para hablarle de manera breve, a pesar de que el tono de su voz se notaba algo trémulo y de que su respiración estaba muy agitada.

—¡Por favor, Dahlia, no te dejes vencer! No te imaginas cuán importante eres para todos nosotros. Y quizás no puedas reconocerme en este momento, pero estoy segura de que ya nos habíamos encontrado antes de alguna forma. Por una razón que aún no logro explicar, puedo sentir en lo más profundo de mi corazón que siempre has sido una entrañable amiga para mí. ¡Te suplico que luches con todas tus fuerzas! Eso mismo haré yo junto ti en este momento...

Dicho eso, Bianca se puso de pie y alzó ambos brazos sobre su cabeza. No entendía muy bien de qué se trataba lo que estaba haciendo, pero sí comprendía que un poderoso instinto había nacido dentro de ella para enseñarle cuál era el camino que debía seguir en esos angustiosos minutos. Sus fuertes deseos de salvarle la vida a Dahlia la habían hecho romper el sello de camuflaje que mantenía oculta su identidad Linvetsi. Juntó sus palmas abiertas para luego comenzar a separarlas despacio, sin flexionar los brazos.

Cuando sus extremidades superiores se hubieron posicionado a los lados de su tronco, formando así un ángulo de ciento ochenta grados, ella cerró los ojos y dio inicio al proceso de la invocación del Ave Argéntea. Para ello, la muchacha giró varias veces hacia la derecha y luego hacia la izquierda, como si estuviese intentando generar un pequeño tornado mediante sus veloces movimientos. Un tenue vaho dorado envolvió la silueta de la chica, al tiempo que sus cabellos se movían en todas direcciones. Parecía que cada hebra tuviese vida y pensamientos propios, puesto que ninguna de ellas se sacudía de la misma manera que lo hacían las otras.

—Por fin ha llegado el momento en que el sagrado deber de las Linvetsi debe cumplirse otra vez. Es por eso que convocó a Sóturi, mi poderoso aliado en esta batalla —clamó Bianca, llena de seriedad.

Acto seguido, un diminuto globo hecho de energía lumínica emergió desde el suelo. Se elevó con lentitud para luego quedarse flotando a la altura del pecho de Bianca. Después, dicha esfera refulgente fue expandiendo su volumen hasta adquirir el tamaño que tendría un huevo de gallina común. Llegado ese punto, con increíble celeridad se solidificó y tomó la forma del pajarillo de aspecto metálico que su creadora tanto necesitaba. Se posó justo en frente de ella, inclinando su redondeada cabeza hacia delante. El llamativo plumaje plateado que lo caracterizaba resplandecía como nunca antes.

—Disponga usted de mí como lo desee, mi señora —declaró Sóturi, con gran decisión, aunque su voz resultase algo chillona.

—Apresúrate a extraer el veneno que está consumiendo el alma de Dahlia. No nos queda mucho tiempo...

—Sus órdenes serán cumplidas de inmediato, oh gran señora de las Náyades Purificadoras.

El Ave Argéntea voló hacia el sitio en donde estaba postrada la pelirrubia. Tal y como había hecho antes con Cedric, el animal volador posicionó su pico sobre la boca de ella, pero esta vez no le insufló ninguna sustancia, sino que más bien se dio a la tarea de succionar la renegrida masa que amenazaba con asfixiar a la muchacha. No necesitaba de pausas para recobrar el aliento, pues su organismo no funcionaba mediante los procesos orgánicos que son comunes para muchas de las criaturas terrestres.

Después de que transcurriese un buen rato, el cual se le hizo eterno a la angustiada Bianca, el pajarillo concluyó la tarea que le había sido encomendada. Se apartó con delicadeza y le cedió el espacio a su ama. La joven se inclinó y colocó las yemas de sus dedos sobre las sienes de Dahlia, quien seguía inconsciente. Masajeó su cráneo con fuerza durante cinco minutos, cuidándose de no hacerle ningún daño. De pronto, la nívea tonalidad de las manos de la muchacha empezó a mancharse con una opaca sombra de color carmesí. Un punzante dolor le quemaba las palmas, mientras que cada uno de sus músculos y articulaciones se ponía muy tieso, cual si ella estuviese transformándose en una estatua de piedra. El corazón le latía de manera frenética e irregular. Su campo de visión poco a poco fue nublándose hasta dejarla ciega del todo...

La Legión de los Olvidados [Saga Forgotten #1]Where stories live. Discover now