CAPÍTULO 6

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Bostecé mientras me rascaba los ojos

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Bostecé mientras me rascaba los ojos. Mis pies estaban colgados al borde del sofá mientras yo me estiraba completamente en él, tenía la pose menos sensual de toda mi vida, parecía un oso muerto con las patas colgadas.

Mire por la ventana y me percate que ya estaba oscureciendo. Hace tres horas que había llegado a casa. Al llegar me encontré con la casa vacía, papa no estaba. La vida de mi padre era un enigma. Nadie sabía exactamente cuál era su trabajo o qué hacía en su tiempo libre. Era una persona libre y no le debía explicaciones a nadie, por lo que él tampoco me requería explicaciones a mí. Por ese lado me agradaba bastante vivir aquí. Soy libre como una paloma volando en el horizonte.

Una paloma muy gorda.

No tenía nada que hacer así que camine hasta la cocina y abrí la heladera. Y ahí me quede pensativa en si en verdad tenía hambre o si solo iba a comer porque estaba aburrida. Chasqueé mi lengua restándole importancia. Daba igual la razón, de todas maneras iba a comer y nada me haría cambiar de idea.

Lo sé soy una maldita gorda que no puede dejar la comida. Pero vamos, la comida es el mejor compañero que puedo tener, nunca te defrauda y siempre que abro la heladera allí está ella para mí. ¡Bendita sea la comida!

Rebusqué en la heladera. Había leche, verduras, frutas, nada que llame mi atención, hasta que vi unas cajas interesantes en el fondo de la heladera. ¡Fantástico! Eran unas cajas con pizza. Seguro mi padre las había ordenado para la cena. De pronto tenía unas ganas enormes de abrazar a mi padre.

Bien pensado viejo, te estoy empezando a amar. Sigue comprándome comida y serás el mejor padre del mundo.

Tome unas de las cajas y la puse en el microondas. Mientras esperaba que la pizza este lista.

Volví a la heladera y tomé unas frutillas y las piqué en varios trocitos. Coloque un poco de azúcar, hielo y leche en la licuadora y luego las frutillas. Apreté el botón del encendido comenzando a licuar el contenido y ¡Listo! Tomé un sorbo para ver que tal me había quedado.

Dulce néctar de la vida.

Me había quedado riquísimo. Seguí bebiendo mi batido hasta que escuche un ruido de alguien tocando la puerta. Suspiré.

¿Se volvió a olvidar sus llaves? ¿Acaso que haría sin mí?

Fui hasta la puerta y mire por la cerradura de la puerta para comprobar que era mi padre. No había nadie. Abrí la puerta un poco indecisa y mire por todas partes. Nada. Estaba segura que alguien había tocado la puerta. No era mi imaginación, estaba segura de haberlo escuchado. De repente me sentí pequeña y expuesta. Sentía la mirada de alguien sobre mí. Esa sensación era tan escalofriante. Mire por todas partes pero estaba oscuro afuera. Los árboles no dejaban pasar la luz de la luna por lo que lo único que podía ver era la sombra de los árboles.

Mire con atención por todas partes y algo llamo mi atención. Mi corazón estaba a mil por hora. En el medio del césped de camino hacia los árboles, había algo blanco tirado en el pasto. Dude un momento en si ir o no. Pero como era una curiosa de mierda era obvio que si iba a ir.

Camine con cautela hacia allí. Miraba atenta a todos lados por si encontraba a alguien espiándome. Llegue a aquel lugar y vi que era una nota.

-"Te eche de menos Anabett" -leí la nota.
¿Qué carajos era esto? ¿Qué mierda estaba pasando? ¿Esto era para mí o solo dio la casualidad que lo encontré?

Es solo una casualidad deja de ser paranoica.

Un pitido agudo me hizo sobresaltarme. Era el microondas.

¡Mi pizza! Amor mío voy a ti.

Corrí hasta la casa y cerré la puerta con llave. Camine hasta la cocina y saque la pizza. Se veía exquisita. Tenía unos cuantos palmitos. Amaba los palmitos. Me deleite con mi pizza y luego cuando ya estaba satisfecha busque mi batido. Me quede helada. La jarra estaba vacía. Podría jurar por mi vida que había dejado la jarra por más de la mitad.

Lo que faltaba, ahora comes inconscientemente. ¡ESTO ES EL COLMO!

Ignore a mi conciencia, como era de costumbre. Esto era muy extraño, ¿cómo es que mi batido desapareció de la nada? Eso no es científicamente posible. Se evaporo. No había rastro.

¿Y si alguien lo tomo?

Sacudí mi cabeza una y otra vez intentando sacar ese pensamiento. No quería pensar en que alguien podría estar dentro de la casa conmigo. Corrí a la sala y prendí la televisión, la puse en volumen máximo y encendí todas las luces de la casa. Por alguna extraña razón la luz siempre me tranquilizaba. Odiaba el silencio y la oscuridad.

En la tv estaba dando un programa de competición de cocineros. Adoraba ver esos programas. La gente decía que ver esos programas te incitaban a cocinar. A mí no me daban ganas de cocinar, me dabas ganas de comer.

No me sorprende de ti.

Mire mis caderas instintivamente y pues... no estaba gorda. Tampoco tenía unos abdominales marcados y una cinturita de abeja. Pero tenía un abdomen bastante ¿normal? Mi madre siempre me preguntaba a donde se iba toda la comida que comía o si tenía un agujero negro insaciable en mi estómago.

Seguí discutiendo conmigo misma en si ir o no al gimnasio hasta que un ruido estruendoso me sacó de mis pensamientos. Me sobresalté. Mi corazón dio un vuelco y sigilosamente subí las escaleras. El sonido venia de arriba. Subí rápidamente las escaleras para llegar al pasillo de arriba. Cuando llegue allí vi como el preciado jarrón antiguo y extremadamente valioso de mi padre estaba hecho trizas en el suelo.

¡Oh dios alguien está en la casa!

-¿QUIÉN ESTA AHÍ?-grite con enojo mientras agarraba una escoba para defenderme. Era una idiota, sí. Y una escoba era el peor arma de defensa que podría existir en toda mi estúpida vida.

Con mucho cuidado recorrí toda la casa pero no había nadie. Hasta que llegue a mi cuarto. Tragué saliva con dificultad mientras trataba de calmar a mi corazón.

Mi ropa estaba esparcida por todos lados, mi escritorio estaba con los papeles desordenados, y la ventana estaba abierta. Me estremecí. Había dejado mi cuarto impecable horas antes. Alguien había entrado e intento robarme. Sentí nauseas al pensar que había estado con esa persona bajo el mismo techo sin que yo me percatase de eso.

-¡JAY YA LLEGUE! -la voz cantarina de mi padre retumbo toda la casa. Bajé las escaleras con prisa. Pisé mal el último escalón y aterricé al suelo como una bolsa de papas. Di unos quejidos de dolor mientras mi papa reía y me ayudaba a levantarme. No esperé dos veces en decirle lo ocurrido.

-Papa alguien entro la casa- me sobaba mi cadera derecha que me había lastimado al caer. La expresión de mi padre cambio. Ya no estaba tan alegre, su mirada era más sombría.

-Cuéntame todo-fue una orden y yo obedecí.

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DARK SOULWhere stories live. Discover now