Apariciones

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-Coco, me voy ya -me gritó Jorge desde el recibidor. 

Yo estaba en la cocina desayunando. Dejé el yogur con cereales y fui a despedirme de mi marido.

Jorge y yo nos habíamos casado hacía ya un par de años. A mis treinta, era la esposa de un emprendedor. Un hombre de negocios con trabajo en una empresa de expansión internacional. Él solía viajar por trabajo y yo me quedaba sola en nuestra casa a las afueras de Barcelona.

Por otro lado, yo trabajaba como redactora en una revista de moda. Mi vida había dado muchos tumbos hasta descubrir lo mucho que me gustaba el periodismo y la ropa. De vez en cuando me enviaban a la semana de la moda en París, Milán, Nueva York o Madrid. Pero éramos bastantes redactoras y no siempre nos enviaban a todas. Aún así, tanto mi marido como yo ganábamos un buen sueldo y podíamos viajar juntos de vez en cuando, sobre todo en vacaciones.

-Que tengas un buen viaje, mi amor -me despedí de él después de darle un beso. 

No me apenaba nada que se fuera. Yo siempre había sido bastante independiente y me gustaba quedarme sola de vez en cuando. Además, ya estaba acostumbrada a sus viajes de negocios. Los aprovechaba para hacer copeos con mis amigos y amigas.

Jorge se fue y yo seguí desayunando mientras corregía mi último post sobre la nueva tendencia de usar brazaletes con forma de animales. En aquella época las revistas en papel ya casi habían desaparecido, mi empresa solo trabajaba en digital. Aunque eso me apenaba un poco. Recordé con añoranza la época en que mi madre, cuando lograba ahorrar un poco de dinero, me compraba una revista de moda y la leíamos juntas en su cama.

Mi iPhone  sonó. La cara de Manu surgió en la pantalla. Me estaba llamando. Contesté al instante.

-Buenos días, señor madrugador -le saludé, sabiendo muy bien por qué me llamaba.

-Ya me han contado que tu maridito se ha marchado durante un mes -me dijo sin intentar ocultar su sonrisa.

-Sí. Y supongo que tu ya tienes pensada hasta la temática de la fiesta que piensas dar en mi casa.

-Corrección. La fiesta que TÚ darás en tu casa. Y que va a ser la bomba. Y no te flipes, no hay temática. Lo que si que habrá será DJ. 

Como siempre, cada vez que Manu se enteraba de que mi marido se iba, dábamos una fiesta en mi casa. Porque él seguía viviendo con sus padres y no tenía casa propia.

-¿A que adivino? El DJ eres tú.

-No. Esta vez no. Me apetece poder disfrutar de la fiesta emborrachándome, no pinchando.

-¿Y cual es la diferencia de cuando tú eres el DJ? -le pregunté riéndome. 

Aunque fuera él quien pinchara, se acababa emborrachando igualmente.

-Ja, ja. Qué graciosa eres. La diferencia es que podré ligar con Natasha sin impedimentos.

-¿Pero qué te ha dado tan fuerte con Natasha? 

Natasha era una de mis mejores amigas de la universidad, en la que Manu se había fijado hacía un par de semanas.

-Joder, pues que llevo demasiado tiempo solo. Necesito novia. Ya estamos en esa época de sentar cabeza. Y sino mírate a ti. Además, Natasha se conserva de puta madre para tener treinta y dos años.

-Pobre Natasha, no sabe la que se le viene encima.

-Venga, Coco. Enróllate. Preséntamela en la próxima fiesta. Sabes que soy un tío legal y que la cuidaré bien.

-Y también te la follarás bien. Que te conozco. A ti Natasha te gusta porque es modelo, exótica y tiene un polvazo.

-Hombre, es que si tengo que compartir el resto de mi vida con una tía, ya puede estar buena. 

Negué con la cabeza. Manu no tenía remedio. Pero yo sabía que trataba como a princesas a todas las tías con las que estaba. Así que no me preocupaba presentarle a Natasha.

-Bueno. Me lo pensaré. ¿Cuándo damos la fiesta?

-El sábado. Fiesta en la piscina. Hay que aprovechar lo poco que queda de verano.

-De acuerdo. Te ocupas tú de todo, como siempre -le dije a mi mejor amigo, dejándole todo el peso de la organización a él.

-No te preocupes. Yo me encargo.

Colgué y envié un mensaje a mis mejores amigas. Siempre era yo la que se ocupaba de conseguir los invitados. Manu y Juan solían traer a tíos y yo me ocupaba de las tías. Tenía contactos de la universidad y de la revista. Además, Natasha solía traer a sus amigas modelos así que mis fiestas tenían buena reputación.

El resto de la semana pasó con rapidez. Las chicas de la oficina comenzaron a rumorear sobre mi fiesta. Obviamente no todas estaban invitadas y soltaban veneno por la boca cada vez que me giraba. Yo intentaba ser lo más discreta posible con mis fiestas, pero mi jefa predicaba en medio de la oficina, como si se tratara de la plaza del pueblo, que iba a preparar una nueva fiesta y que ella estaba invitada. Me gustaba tener una buena relación con mi jefa, pero me solía traer más problemas de los que yo necesitaba.

-Cariño, vámonos de compras. Necesitas un modelito impresionante para la fiesta de esta noche. Vamos a cogernos el día libre. 

Emma, mi jefa, acababa de entrar en mi despacho con su perfecto plan. Estaba claro que había vuelto a discutir con su marido, o quizá con su hijo. Siempre que lo hacía me proponía ir de compras y luego me explicaba sus problemas familiares.

-Eso está hecho.

Salimos de la oficina, que estaba en Diagonal, y fuimos caminando hasta el centro comercial La Illa. Una vez allí empezamos a entrar tienda por tienda. Finalmente me acabé comprando un vestido veraniego y unas sandalias con tacón. También unos pendientes nuevos y un brazalete con forma de serpiente.

-Vamos a tomar un helado -propuse yo al salir de la última tienda.

Nos dirigimos caminando hacia la heladería que estaba en frente del centro comercial. Emma me estaba contando que sospechaba que su marido le ponía los cuernos cuando yo me paré en seco. Cruzando la gran avenida, al otro lado de la calle, estaba un chico. Un chico al que yo conocía muy bien.

-¿Usui? -susurré. 

Las piernas empezaron a temblarme, mi corazón se aceleró y mis pupilas se dilataron.

Era él. Tenía que ser él. La única diferencia es que estaba más musculado, tenía el pelo más largo y una espesa barba. Pero era él.

El trafico continuó pasando entre nosotros dos. Parecía que él no me había visto. Pero de repente pasó un bus turístico por en medio y zas. De repente había desaparecido.

-Coco. ¿Estás bien? -me preguntó Emma, que se había dado cuenta de que había desconectado por completo.

-Sí, perdona. Pensaba que había visto a un conocido pero debe haber sido mi imaginación.

Me pasé el resto del día dándole vueltas a aquel encuentro. No podía ser. Era imposible que fuera Usui. Pero yo le había visto, aunque acto seguido hubiera desaparecido. ¿Quizá había sido mi imaginación? Después de pasarme la tarde rallada por la aparición de Usui en la Diagonal, tenía muy claro que me iba a pillar un pedal impresionante aquella noche en la fiesta.



NA: Emma en la imagen multimedia.

Se llama UsuiWhere stories live. Discover now