Terror

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Yo no sabía que mis amigos tuvieran un grupo de emergencias sobre mí, pero al parecer sí que lo tenían. Antes de la hora de la cena ya tenía a Natasha, Manu y Juan en el salón de mi casa. Natasha abría el vino mientras Juan me hacía la manicura. Manu optó por elegir la película que íbamos a ver después de la cena.

–¿Qué voy a hacer ahora?

–El vino siempre es la respuesta, querida amiga –dijo Natasha sirviéndome una copa de rosado.

Acepté la copa y me la bebí de un trago. Mis amigos se me quedaron mirando sorprendidos. Aún así ninguno de ellos dijo ni una palabra. Cuando les pregunté que qué miraban todos apartaron la vista y siguieron a lo suyo. Yo opté por rellenar la copa.

–Sin trabajo, sin amor y con un divorcio.

–Mira Coco, no quiero hacer de abogado del Diablo pero deberías dar las gracias.

Clavé la mirada sobre Manu, alzando una ceja amenazadora y a punto de llamarle de todo. Quería decirle lo desgraciada que era, que todo me había salido mal. Que él no podía hablar porque no sabía lo que era, pero alguien le secundó.

–Por una vez en nuestras largas vidas el cabeza de chorlito tiene razón –esta vez me quedé mirando a Juan–. No creo que ningún tío que acaba de descubrir que su mujer se larga porque se quiere divorciar de él se lo haya tomado tan bien en la vida. Te ha cedido esta pequeña mansión y ni si quiera se ha enfadado contigo. Incluso sabiendo que le dejabas por estar enamorada de otro. 

Me quedé callada reflexionando sobre sus palabras. Tenían razón. Podría estar lidiando con un divorcio espantoso y sin embargo Jorge no podría facilitarme más las cosas. Debería estar agradecida de que no hubiera organizado una guerra en contra de mi, por mala esposa y desagradecida.

–Aún así, eso no quita que el resto de mi vida sea espantosa.

–Pensabas que ibas a quedarte sin casa y al menos conservas esta, ¿no? –me dijo Manu sentándose a mi lado.

–Dejemos lo de la casa y vayamos a lo que hemos venido –todos nos quedamos mirando a Juan–. Usui, nena, Usui.

–Ya os he contado todo lo que hablamos.

–Pero no hemos hablado de lo que vas a hacer al respecto –insistió Natasha rellenando mi copa.

–¿Lo que yo voy a hacer? No voy a hacer nada. Usui es el amor de mi vida, pero también es un barco que zarpó hace demasiados años. Hemos vuelto a coincidir a saber por qué, pero no implica nada. Cada uno sigue con su vida.

–¿Cómo que a saber por qué? ¡Se llama destino y ha pasado por algo! -gritó Juan.

–Apoyo al maricón –dijo Manu. 

–¡Manu! –le riñó Natasha.

–Tranquila, cariño. Yo mismo le pedí que me llamara así. En su momento fue un entrenamiento de salida del armario. Se quedó como un mote cariñoso. 

–No nos desviemos del tema –nos recordó Manu-. Tienes que ir a por él.

–¿Sí? ¿Y luego qué? ¿Le convenzo de que se quede por mí?

–O te vas tú con él –dijo Natasha.

Me quedé mirando a mi amiga, que se había sentado en mi alfombra de pelo blanco. Manu, por otro lado, se había quedado en el sofá, junto a mí, con el brazo apoyado sobre el respaldo. Finalmente estaba Juan, arrodillado en la alfombra, sujetando mi pie mientras me hacía la pedicura.

–Estáis locos –afirmé.

–Vamos, Coco. ¿Qué tienes que perder? No tienes marido ni trabajo y siempre te ha gustado viajar. No veo dónde está el problema.

De nuevo mis amigos tenían razón. Pero yo tenía que plantearme si aquella era una buena decisión. Tampoco podía presentarme en aquel momento en la casa de Usui. Era tarde y quizá ni si quiera estaba en casa.

–Piénsatelo. Mientras tanto vamos a ver Expediente Warren. 

–¿Terror? –se quejó Juan.

–A mí me parece bien, me encanta esa película –contestó Natasha subiendo al sofá.

Yo no me molesté en contestar. De repente tenía todo muchísimo más claro. El alcohol comenzaba a subirme a la cabeza y quizá ese era el verdadero motivo de mi repentina exaltación. Pero me puse de pie con la mirada achispada y un objetivo fijo.

-Me tengo que ir.

-¿Qué? -se sorprendió Juan mientras se sentaba a mi lado realizando la acción opuesta a mí.

-Esa es mi chica -respondió Natasha captando al momento lo que estaba por hacer.

-Tengo que ir a buscarle -constaté mientras me giraba en busca de mi bolso y unas sandalias sin importarme que las uñas de los pies no se hubieran secado aún.

-Te acabas de tragar dos copas de vino llenas hasta arriba, no puedes conducir -me avisó Manu correteando detrás de mí como un padre preocupado detrás de su hijo que acaba de aprender a andar.

-Como si tengo que coger un taxi.

-¡Si hombre, para que te pase algo! Ya te llevo yo, que no he bebido -me exigió sin dejar de seguirme mientras yo acababa de recoger mi móvil y las llaves.

Me pasaron desapercibidas las miradas que intercambiaron Natasha y Juan. Más adelante me enteraría de la conversación que tuvieron en cuanto Manu y yo salimos por la puerta.

-¿Siempre llevas un casco extra? -pregunté con curiosidad mientras lo sacaba de debajo del asiento de su moto.

-Solo cuando te voy a ver -admitió sin pensarlo mucho dado la cara que puso justo después de escupirlo.

Opté por hacer como que no había sonado tan cursi como había sonado y evité sonreír como reacción mientras me lo ponía. Él hizo lo mismo.

-Agárrate fuerte, que esta vez voy a correr -me avisó mientras me subía detrás de él y hacía ronronear el motor debajo de nosotros.

-Como si no lo hicieras siempre -me quejé riéndome de él, que giró la cabeza hacia mí al momento.

-Coco, siempre que te llevo voy despacio -me confesó un tanto preocupado por mi anterior comentario.

Yo me puse blanca. Si aquello era ir relajado hoy íbamos a acabar en una cuneta. Al ver mi expresión de terror bajo el casco sonrió con malicia, se bajó su visera y se giró. Yo me agarré a él más fuerte de lo que había agarrado a nadie nunca.

-¡Manu, te voy a matar! -grité mientras cogíamos las curvas de la montaña que había detrás de mi casa.

-¡Es un atajo, llegaremos antes! -fue su única respuesta justo después de reír estrepitosamente.

-¡Quiero llegar viva! -me quejé una vez más.

-¡Me hago cargo! 

Y tenía razón. Llegamos tan rápido que no pasaron ni 10 minutos. Lo que no esperaba yo es que el deja vu que estaba sintiendo cuando Manu me dejó en el portal se intensificara cuando una mujer me abrió la puerta de Usui, una vez más, medio desnuda y con el pelo chorreando.



Se llama UsuiWhere stories live. Discover now