Suave y salvaje

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Esta vez fui yo la que suspiró con amargura. No quería echarme a llorar delante de Usui. Pero las lágrimas se asomaban ya; no iban a esperar a que me alejara para salir. Lo único que me dio tiempo de hacer fue salir al balcón en un intento desesperado de que Usui no me viera la cara.

Me senté en uno de los sillones de madera que tenía allí fuera y me quedé mirando el horizonte de la ciudad. ¿Qué iba a hacer ahora? Tenía una hipoteca que pagar, las facturas, la comida... Mi estilo de vida no era precisamente barato y sin dinero no me lo podría permitir. Por suerte estaba casada y mi marido sí podía pagarlo todo. Muchas veces me había intentado persuadir de que "no hacía falta que yo trabajara". Bonita forma de decirme que podía dedicarme a ser esposa florero sin remordimientos.

Pensar en él fue lo único que me hundió aún más. No quería saber nada de él. Las lagrimas salieron con más intensidad y yo hice un esfuerzo por no gimotear para que Usui no me escuchara.

-No hace falta que te escondas. Sé perfectamente que estás llorando -escuché a Usui hablar a mis espaldas.

Me limpié las lágrimas antes de girarme. Usui me miraba con arrepentimiento, como si lo que acababa de suceder fuera culpa suya. Pero yo sabía que no era así; yo no le culpaba de nada. En todo caso a su socio, que se la había clavado por la espalda.

-Cuando nos tuvimos que marchar por la investigación de tu madre, en Japón, siempre llorabas a escondidas. No te gustaba que te viera. Quizá pensaste que no me enteraba, porque nunca me acerqué ni te dije nada. Pero sí que lo sabía. Solo que quería darte tu espacio y respetar tu privacidad.

-¿En serio? Que penoso, ni si quiera era capaz de esconderme bien -dije con una sonrisa de ácida y la voz rota por llorar.

A Usui se le escapó una pequeña sonrisa y se sentó en el sillón que había frente al mío. Lo arrastró para acercarlo más a mí. Luego me miró y me secó una lágrima que se me acababa de escapar.

-No es que tú no te supieras esconder, es que yo te conocía demasiado.

Aquellas palabras fueron como un puñal directo a mi corazón. Todo lo que habíamos sido y ya no éramos. Le echaba de menos. Le echaba tanto de menos que me dolía. Me dolía haber sido estúpida y haberme casado con un hombre al que no quería. Me dolía haberle dejado escapar solo. Me dolía no tener lo que hacía falta para fugarme ahora con él. Pero ya no era una adolescente enamorada. Ahora era una mujer adulta, con responsabilidades (ya no tantas desde hacía una hora), que debía actuar como una persona madura que no se deja llevar por impulsos. Pero ojalá poder cambiar el curso de los acontecimientos. Ojalá poder volver con Usui.

-Lo siento tantísimo -susurré con rabia mientras mi llanto se hacía peor.

Pude ver cómo Usui alzaba las cejas desconcertado. No entendía qué me pasaba ni por qué me disculpaba. Mi cerebro había ido mucho más lejos de lo que él podía imaginar. Pero en cuanto me quité de nuevo el anillo que había recuperado antes de ir a visitar a mi madre, lo entendió todo.

Me levanté deprisa, con la intención de arrojarlo muy lejos por el balcón. Sin embargo, Usui fue más rápido que yo. Me agarró el brazo con el que iba a lanzar el anillo con una mano. En un movimiento rápido se plantó delante de mi y con su otra mano cogió mi cabeza por detrás y me atrajo hacia él. Yo me dejé llevar y escondí la cara en su pecho. Dejé caer el brazo con el que iba a lanzar el anillo y los dos escuchamos cómo el pequeño objeto de metal tintineaba al caer al suelo.

-No tienes nada por lo que disculparte.

Tras estar un rato abrazados Usui se separó. Si hubiera sido por mi nos hubiéramos quedado en aquella posición infinitamente. No quería separarme de él nunca más. Sin darme cuenta había parado de llorar, así que me sequé las mejillas con la mano. Aunque la mayoría de lágrimas se habían quedado en la camisa de Usui, que ahora estaba algo mojada a la altura del pecho.

Se llama UsuiWhere stories live. Discover now