Fiesta y alcohol

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Manu y Josh fueron los primeros en llegar a mi casa, como de costumbre. Aparcaron el coche en la entrada y empezaron a descargar vasos de plástico, hielo, botellas de alcohol y bebidas como Fanta, Coca-Cola o Redbull. 

-Yo me pregunto de dónde sacáis el dinero para gastar en todo esto -les pregunté ya que siempre eran ellos quienes conseguían el alcohol. 

-¿Recuerdas que mi prima tiene un bar? -preguntó Manu y asentí mientras les ayudaba a llevar todo a la cocina- Bien, pues ella me consigue el alcohol a precio barato con tal de que promocione su bar. ¿Por qué crees que siempre está hasta los topes? 

-¿Por eso siempre que pinchas o traes a un DJ acaba habiendo un momento de promoción del bar? 

La verdad era que hasta aquel momento no me había dado cuenta de lo de la publicidad. Normalmente iba tan borracha a esas alturas de la noche que ni me había fijado. Pero la verdad tenía sentido conociendo a los primos.

-Lo increíble, cariño, es que no te hubieras planteado hasta ahora de dónde sacábamos el alcohol -me dijo Juan riéndose, incrédulo ante mi estupidez. 

-Bueno, ¿Cuándo llegará el DJ? -pregunté a mis dos mejores amigos. 

-En una horita más o menos. Tiene que montar el chiringuito. ¿En la terraza te viene bien? Así tendremos la música al lado de la piscina. 

-Claro. ¿También consigues el DJ a cambio de promoción o le pagas? -pregunté a Mike. 

-No, cariño. El DJ es uno de mis amigos. Viene a pinchar como favor, a cambio de que yo le releve un rato para que pueda disfrutar de la piscina y conocer a un par de pivas. 

-Ya decía yo que nada es gratis en esta vida. 

-Bueno, tengo una buena noticia. Se nos ha ocurrido que podíamos hacer pagar una pequeña entrada, para cubrir los gastos de alcohol -esta vez fue Juan el que habló. 

Se notaba que era contable. 

-Exacto. Lo estuvimos hablando la otra tarde. Al principio tus fiestas eran solo con amigos íntimos. Pero ahora que viene mucha más gente y no todos son conocidos porque nosotros también traemos gente, podíamos hacerles pagar veinte o treinta euros. Seguro que les parece un precio más que razonable a cambio de alcohol y música gratis toda la noche. 

-Está bien. Pero yo no voy a ser la que se ponga a recaudar en la puerta. 

-Yo me ocuparé de eso. Total, la fiesta no se anima hasta que la gente se emborracha. Y solo tendré que estar en la entrada hasta que llegue todo el mundo. Osea, dos o tres horas. No es para tanto -se ofreció Juan. 

-De esto solo sacaremos tajada nosotros tres. ¿Queda claro? -les advertí lanzándoles una mirada severa. 

Ellos hicieron el saludo de un militar y yo me reí. Eran dos payasos, pero eran mis payasos. 

Poco después llegó el DJ, que se llamaba Mario, y empezó a montar su puesto en la terraza, a unos metros de la piscina. Yo me empecé a arreglar, elegir bikini y a maquillarme mientras los chicos metían el hielo en mi congelador y acababan de hacer los últimos preparativos. 

La gente comenzó a llegar y les pilló un poco por sorpresa que les cobráramos dinero. Pero nadie dio problemas con eso, en cuanto les dijimos que habíamos conseguido mucho alcohol y a un DJ bastante conocido, pagaron sin rechistar. 

Mis amigas no tardaron en llegar y lo primero que hice fue saludarlas a todas. Poco tardamos en empezar a meternos en la piscina. 

-Coco, no me canso de repetirlo, pero cada fiesta que montas es mejor que la anterior -me dijo Anna, una de mis amigas de la universidad. 

Se llama UsuiWhere stories live. Discover now