Pillada

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Cuando vi el nombre de Jorge en la pantalla del teléfono me empezaron a temblar las manos. Casi se me escurre entre los dedos pero gracias a mis buenos reflejos evité tirarlo.

No supe qué hacer. Podía contestar, con voz temblorosa, fingir que todo estaba bien y tener una breve conversación con él. Lo cual era bastante arriesgado dado mi estado. Por otro lado podía ignorar la llamada, hacer como que no la había visto y llamarle en otro momento.

Me pareció que la mejor opción era ignorar la llamada. No podía permitir que Jorge supiera que Usui había vuelto a mi vida. Así que dejé el móvil en el asiento del copiloto.

Me miré las manos, que temblaban. Las puse sobre el volante y apreté con fuerza. Acababa de perder el control de mi vida y no sabía cómo recuperarlo. Vi como mis nudillos se ponían blancos de tanto apretar. Pero mis manos no dejaban de temblar. No aparté la mirada del volante. Luché por no llorar pero las emociones  me sobrepasaron y acabé gimoteando como una idiota dentro del coche.

De repente la puerta se abrió. Yo me asusté hasta que vi quién se sentó en el asiento del copiloto, con cuidado de no aplastar mi móvil. Usui acababa de entrar en mi coche.

-¡No, tú no! ¡Sal de mi coche! -le grité sin dejar de llorar, intentando secarme las lágrimas con las manos.

-Coco, por favor. Relájate. Tenemos que hablar y lo vamos a hacer quieras o no.

-Que no joder. Que no quiero hablar contigo. Solo quiero que te largues. Sal de mi puto coche.

-Bueno, al menos sigues hablando igual de mal que siempre.

-No estoy para bromas, imbécil.

Se sacó un pañuelo del bolsillo de la chaqueta de traje que llevaba y me lo dio. Al principio no supe si aceptarlo pero me acabé decidiendo y lo cogí.

Esperó a que me tranquilizara para volver a hablar. Seguí evitando su mirada pero me volví más predispuesta a escucharle.

-¿Quieres que hablemos aquí? -me preguntó dejando claro que él prefería ir a otro sitio.

-No. Mejor vamos a mi casa. 

En aquel momento arranqué el coche y me puse a conducir en dirección a mi queridísimo hogar. Nótese la ironía en mis palabras.

De camino a allí me pregunté qué cojones estaba haciendo con mi vida. Mi marido fuera por trabajo y yo llevándome a Usui a mi casa, solos. Aquello no iba a acabar bien.

-¿Vives en las afueras? -preguntó Usui al ver que cogíamos las Rondas.

-Sí.

No estaba segura de cómo explicarle que no vivía sola sino con mi marido. Miré el anillo que tenía en el dedo, que indicaba que estaba casada. No supe donde poner la mano para que él no se fijara.

Después de veinte minutos en silencio al fin llegamos a mi casa. Le guie por los pasillos hasta llegar al salón. Allí le dejé sentarse en el sofá y le ofrecí algo de beber. Él rechazó la oferta muy educadamente. Yo me serví un vaso de whisky porque sabía que me haría falta.

-¿Se supone que ahora me vas a explicar por qué te largaste sin ningún motivo hace años dejándome tirada? 

Mientras me preparaba el whisky me había sacado con cautela el anillo de casada y lo había guardado en un cajón.

-Sí, creo que sería un buen comienzo. Al menos mereces eso.

-Pues empieza. 

Me senté enfrente de él, di un buen trago de mi vaso y esperé atentamente su explicación. No me preocupé de ofrecerle nada a él porque no se lo merecía.

Se llama UsuiWhere stories live. Discover now