JAULA ABIERTA

29 1 0
                                    

CAPITULO II


Mamá quien era la luz de todos se apagó desde su regreso y con ella la casa, todo se volvió tan estricto como siempre fue, inclusive aunque mamá estuviese ahí cada día de la semana y por las noches podía escuchar un grito que te helaba el alma por la tristeza que salía de ella en aquellos sueños.

Un grito desesperado, ahogado como desgarrador. Sin suplicio, sin algo que la calmase.

Muchas veces me levanté y miré desde la oscuridad como papá la envolvía entre sus brazos, intentando conciliar su llanto después de despertar de golpe de la misma manera por muchas y muchas noches. Para ese entonces no entendía mucho de aquellos temas. Pero podía sentir su dolor dentro de mi alma sin siquiera saber por qué.

Ella estaba sufriendo y de alguna manera sentía que era mi culpa.

Una mañana la encontré sentada en el frontis de la mansión y se mecía sin decir nada. Pensé que podría animarla con alguna de esas canciones que interpretaba junto a Ícaro. En algún momento eso la animaba y me miraba de esa forma tan dulce con la que me calmaba. Después de todo aunque estuviese apagada seguía siendo mamá.

-¿Quieres escuchar con concierto mamá? –Ella me sonrió pero negó con la cabeza, estaba casi perdida en el cielo del invierno, la lluvia no la alegraba como lo hacía conmigo y con el tiempo hasta yo empecé a odiar la lluvia porque sentía que angustiaba y entristecía a mamá.

Me quejé muchas veces de lo horrible que era mojarse frente a ella, con la intención de simpatizarle, pero ella solo me miraba con una sonrisa cansada, con sus labios pálidos, ya no eran rosados como acostumbraba y poco a poco el olor tan dulce que sentía cuando me rodeaba se lo llevó el viento.

Ese día aprendí tres cosas sobre el dolor

-Primero, el dolor se percibe. –podía notar cuando sufría su alma con solo estar cerca de ella, y aunque yo también sufría por sentir ese dolor intentaba permanecer cerca cuando no estaba en el piano, o con el profesor. Inclusive Ícaro podía sentir como estaba sumida en algo negro. Oscuro como nunca ella lo había sido. A veces me quedaba sentado al costado de esa silla que daba hacia el patio cubierto por un techo mirando la lluvia, o el sol de invierno que es más frío que la nieve.

-Segundo el dolor se esparce –Cuando una persona sufre le invade una sensación de estar en un profundo agujero del que en vez de salir solo se agranda y probablemente si no se ve la luz, se lleve consigo lo que le rodea. Y eso en nuestro caso fue la casa en general. La abuela detestaba aún más el ruido del ave, e inclusive mamá empezaba a sentirse más triste cuando le escuchaba cantar. Papá estaba aún más irascible, recuerdo que me castigaba por cosas más leves que las anteriores, por levantarme en mitad de la noche, por hablarle a mamá, por no tener hambre. Todo parecía molestarle y por un segundo habría deseado que mamá detuviese mis constantes castigos.

Los momentos cuando me jalaban a mí y a Ícaro al cuarto.

Pero cada vez que la miraba solo estaba ese dolor, dolor que me silenciaba y me hacía aún más ligero de arrastrar.

La esperanza es increíblemente frágil, pero aun así sentía que podía recuperarla.

-Y tercero el dolor te cambia –No lo sabía entonces pero cuando eres preso del dolor este cambia todo tu ser. Muchos salen del abismo pero inclusive así jamás vuelven a ser los mismos. Mientras que los que deciden quedarse en el fondo no parece necesario hasta el punto donde pueden cambiar.

A veces mirando a mamá sentía que ella no estaba aquí en este mundo, era casi como si sus ojos esperaran que regresara su alma o tal vez que la viniese a buscar. Estaba más flaca, más débil. Cada día era menos ella. Cada día era menos mamá.

ICARUS, ALAS A LA LUNAWhere stories live. Discover now